05/06/2022
 Actualizado a 05/06/2022
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Si esta columna tuviese color, sería verde. Si tuviese sonido, volaríamos con la voz de Nando Agüeros y su Viento del Norte sobre una naturaleza rabiosa de montes, praderas, ríos y costas. Esa canción considerada ya un himno cántabro que emociona a cualquier persona nacida en el Norte, aunque sea tierra adentro, desde su primera frase hasta la última nota. «Me embruja el murmullo del rio y del monte…»

Viene a cuento ese Viento porque esos paraísos naturales del Norte que cuajan la cornisa Cantábrica, concentran la mayor cantidad de solicitudes para albergar macroparques eólicos, reconocido por el director de la Asociación Empresarial Eólica (AEE) que lo catalogó de anómalo, por ser zonas de máxima sensibilidad ambiental. Y dijo (dijo…) que se iría corrigiendo el asunto mientras el asunto, dos años después, avanza, y con él, la alarma social y el grito de Asociaciones, Juntas Vecinales y Plataformas varias. Grito inútil porque sus alegaciones y quejas tienen como respuesta: «está en tramitación». Oscurantismo, opacidad, especulación descarada y otra burbuja gestándose que todos sabemos a punto de explotar, cuando aún giran las aspas de la anterior trama eólica de la Junta de Castilla y León. Mención obligada porque resulta tan preocupante como sospechoso que se estén fraccionando los proyectos para no superar los 50 megavatios y poder ser gestionados por la Junta en vez de por el Gobierno Central.

Hoy es el Día Mundial del Medio Ambiente, cuyo objetivo es prevenir, detener y revertir la degradación de los ecosistemas de todo el mundo. Casualmente lo leo en una página de Iberdrola en la que pregona su afán por «preservar unos ecosistemas sanos allí donde desarrolla su actividad» y recalca hasta lo cansino su objetivo: «construir un modelo energético en armonía con la naturaleza y el ser humano». Lo increíble es que acompaña el texto con fotos de molinos de viento en medio de una plantación de girasoles, ovejas pastando literalmente pegadas a placas solares y un caballo custodiado por torres eólicas. Y aún más increíble, el texto a pie de foto: Promovemos el acceso de ganado a las instalaciones renovables para aprovechar los pastos. Pero ¿Qué entiende esta gente por respetar los ecosistemas? ¿No serán ellos los que, por ley, deberían tener prohibido el acceso a terrenos de cultivo o de pasto?

Don Quijote y su lucha con los molinos de viento sería el más cuerdo de esta historia, donde se llama transición ecológica justa a una sangría del medio ambiente, invadiendo zonas naturales de alto valor agrícola y paisajístico con roturación de montes, excavaciones, carreteras en plena montaña para subir maquinaria, torres, palas… y las infraestructuras de evacuación de energía, que preocupan tanto como las propias torres y placas solares, con quilómetros de tendido eléctrico sobre tierras de cultivo y pasto. Un destrozo ambiental que los ciudadanos no pueden aceptar mansamente por ser inaceptable que, en el país del sol, donde los paneles solares cumplen la misma función allí donde estén, sean instalados en tierras fértiles.

El clamor es unánime ante la aberrante forma en que se proponen gestionar esta transición energética ‘justa’, en la que sólo cuatro CCAA generan el 70 % de la energía eólica, cómo no, encabezadas por Castilla y León, aunque pocas torres veremos pasando Tordesillas. Otro dato curioso, Madrid, con Ceuta y Melilla, es la única comunidad con cero parques eólicos, siendo la tercera en gasto energético. Qué caro nos va a salir que las Sierras de Guadarrama y Ayllón no tengan aire y pasen de generar energía cerca de donde se consume; un traslado energético que serán dígitos sumados al recibo de todos.

Aquí estamos de nuevo, los de las minas de carbón y los embalses de agua, encabezando también la lista de proyectos eólicos. Y de nuevo el insulto de llamar progreso al destrozo de una provincia a cambio de nada. No da una columna para mencionar todas las plataformas creadas ante el peligro acechando Reservas de la Biosfera, terrenos cultivables y comarcas abocadas a convertirse en mares de cristal o bosques de árboles metálicos. El Bierzo, la Maragatería, la Montaña Central, La Cepeda, la Sobarriba… Mil batallas de una misma guerra. Un nuevo expolio que podría solucionarse rompiendo el sistema actual, basado en la solidaridad territorial, o sea, darlo todo gratis y después pagar como cualquier hijo de vecino lo que antes regalas. Si cada territorio cobrara por lo que genera y aporta al país, como cualquier empresa, se corregiría este sistema abusivo en el que unos se enriquecen, arruinando impunemente a otros.

Visto lo visto y con las instituciones poco entregadas a la causa, habrá que movilizarse y acabar como la canción con la que empezamos. Sacando la bravura y la fuerza del viento del norte y corriendo como lobos en la noche, a defender lo nuestro. Suponiendo que siga existiendo el derecho a defender lo propio y Madoz no se haya reencarnado.

La avaricia y el poder contra la Ley y el sentido común. De nuevo.
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