Vicente Vallés: "Alimentar los populismos es algo que interesa a Rusia"

El director de Noticias 2 en Antena 3 participa este miércoles en un café coloquio organizado por Onda Cero, donde comentará aspectos de su nuevo libro ‘El rastro de los rusos muertos. Occidente en manos de Putin’

Joaquín Revuelta
05/03/2019
 Actualizado a 16/09/2019
El periodista Vicente Vallés en su anterior visita a León en julio de 2017. | MAURICIO PEÑA
El periodista Vicente Vallés en su anterior visita a León en julio de 2017. | MAURICIO PEÑA
Casi dos años después de la presentación en León de ‘Trump y la caída del imperio Clinton’, el periodista y escritor madrileño Vicente Vallés regresa al mismo escenario, el Palacio del Conde Luna, para protagonizar a partir de las 9:45 horas un café coloquio organizado por Onda Cero en torno a su nueva publicación, ‘El rastro de los rusos muertos. Occidente en manos de Putin’ (Espasa), donde analiza el papel de Rusia en el mundo actual.

– Un compañero de redacción que tuvo ocasión de entrevistarle con motivo de su anterior publicación le pidió que definiera a Donald Trump utilizando tan solo tres adjetivos. Yo le traslado ahora esa misma pregunta con relación al protagonista en la sombra de su nuevo libro, el presidente ruso Vladimir Putin.
– Podríamos decir para empezar espía, en segundo lugar poderoso y quizás también ambicioso.

– Espía no por mandato sino por vocación o por cultura política.
– Diría más por tradición o por deformación profesional. En la primera página del libro hay varias citas de Putin, textuales, y en una de ellas dice: «¿Ex espía?, eso no existe». Él lo ha dicho varias veces. Cuando alguien es un espía lo es para toda la vida, independientemente de qué cargo ocupe en cada momento y a qué se dedique en cada momento. Putin hace gala de eso. Se crió en el espionaje soviético de los años 70 y 80. Él fue espía en el KGB al servicio de la Unión Soviética en la República Democrática Alemana (RDA) y nunca ha renunciado a aquello que aprendió y se dedicó desde el punto de vista profesional, y todavía sigue aplicando las tácticas del espionaje ahora que es presidente de Rusia.

– ¿Y esas tácticas han variado respecto a los años de la Guerra Fría? – Digamos que la filosofía de las tácticas es la misma pero la forma de aplicarlo es muy diferente porque los tiempos han cambiado y hay tecnologías novedosas que permiten hacerlo de otra manera. Pero el intento de las tácticas de espionaje habitualmente en todos los países es por un lado disponer de información de los adversarios y por otro lado procurar debilitarlos en la medida de las posibilidades. Lo que intenta Rusia en la medida de sus fuerzas es debilitar a las democracias occidentales. No porque Rusia esté generando problemas en algunos países occidentales que no existieran ya previamente, sino que lo que hace es detectar que en un país concreto hay un problema y lo alimenta. ¿Cómo lo alimentan ahora? Pues mediante una táctica muy antigua de los viejos servicios de inteligencia de la época de Stalin que responde al nombre de medidas activas y que son una táctica de espionaje que se utilizó en un principio para frenar la disidencia interna en el Partido Comunista de la Unión Soviética. Pero con el paso de los años se empezaron a utilizar también para intentar debilitar a los países occidentales considerados enemigos. En un primer momento la táctica tuvo poco éxito porque sin las tecnologías que tenemos ahora tenía poco desarrollo, pero en cuanto llegaron internet y las redes sociales las medidas activas han podido ser mucho más exitosas. Y una prueba de ello lo tenemos en las elecciones de Estados Unidos del año 2016 en las que hubo un bombardeo de medidas activas que tuvo como consecuencia en parte la victoria de Donald Trump. En el libro afirmo que injerencia rusa en las elecciones norteamericanas de 2016 hubo con toda seguridad, pero que Donald Trump sea presidente de Estados Unidos no es solamente una consecuencia de la injerencia rusa, sino que intervinieron igualmente otros elementos que detallo en el libro. – ¿Cree que de alguna manera Vladimir Putin echa de menos los tiempos de la Guerra Fría y la confrontación entre los dos grandes bloques, ahora que asoman otros actores de peso en el nuevo orden mundial? – Cuando llegó al poder, a principios del presente siglo, él ya dijo entonces que uno de los grandes desastres del siglo XX había sido la desaparición de la antigua Unión Soviética. Desde entonces ha dejado muy claro que su intención es devolver a la Federación Rusa el carácter de superpotencia que tuvo la Unión Soviética. Es verdad que Rusia tiene un poderío militar muy importante, porque posee armas atómicas y eso le confiere un poder militar muy relevante, pero no ha tenido la misma posibilidad de competir con Occidente ni en materia económica ni en materia tecnológica. Y ahora es cierto que ya no solamente su competidor es Occidente, Estados Unidos o la Unión Europea, sino que ha surgido un nuevo competidor muy difícil de batir que es China, que tiene un potencial tanto militar como económico y tecnológico muy importante, y Rusia intenta no quedarse rezagada en esa carrera de potencias internacionales. Lo hace con algunas dificultades, pero en algunos casos ha tenido cierto éxito, como por ejemplo el hecho de que haya anexionado Crimea o haya puesto un pie en el este de Ucrania, y a lo más que han podido llegar las potencias occidentales como Estados Unidos o la Unión Europea haya sido poner sanciones económicas, pero nada más que eso. De facto Crimea es territorio ruso y de facto el este de Ucrania funciona como si fuera territorio ruso, aunque sea de una manera no oficial. – ¿Podría decirse que el talón de Aquiles de la Rusia de Vladimir Putin se encuentra en la economía? – La economía desde luego es un problema para Rusia. A veces ese problema se matiza gracias a los precios del petróleo, cuando éstos suben, pero en cuanto los precios del barril de petróleo van a la baja, como ha ocurrido recientemente, pues eso se traduce inevitablemente en una falta de ingresos económicos que pueden llegar a provocar problemas sociales en el país. – A la hora de aplicar esas medidas activas de las que habla o de detectar los problemas de otros países, ¿Rusia se vale de informadores sobre el terreno o recurre a otros métodos?
– Sí, sí, existen. En el libro yo cuento varios ejemplos. Quien haya visto por ejemplo la famosa serie ‘The Americans’ habrá podido ver algo que no es solamente fruto de la imaginación del guionista de turno sino que en realidad lo que ha hecho ha sido trasladar a una ficción televisiva algo que existe, que son espías rusos que viven en países occidentales como si fueran ciudadanos. Eso que ha tenido lugar en Estados Unidos también se ha producido en Europa al menos en un caso que tuvo como escenario España, como relato en el libro. Este espía pasaba por ser ciudadano de Ecuador, mantenía una relación sentimental con una mujer en España y fue detectado por los servicios de inteligencia británicos. Cuando intentaron detenerle ya estaba de vuelta en Moscú.

– Estamos a las puertas de un largo proceso electoral. ¿Cree que Rusia tendría algún interés en alterar algo del mismo o qué problema considera que ahora tiene España susceptible de aplicar esas medidas activas?
– Yo no he hecho una investigación específica sobre el caso de Cataluña, pero El País sí que la hizo en el entorno de las fechas del referéndum ilegal del 1 de octubre y detectó un bombardeo de informaciones falsas, de medias verdades, que a veces son más peligrosas que las falsas porque son más difíciles de detectar, y que llegaban desde medios rusos cercanos al Kremlin y también por supuesto a través de las redes sociales. Eso se produjo. Ahora con las elecciones que vanos a tener aquí, tanto las del 28 de abril como las del 26 de mayo, pues es posible que se pueda producir de nuevo ese bombardeo. ¿Qué le interesa a Rusia? Pues que los países occidentales tengan problemas político-sociales y alimentar los populismos es algo que le puede interesar, que le interesa de hecho y que los ha alimentado en algunos países europeos. Ha alimentado a partidos de extrema derecha, como es el caso de Francia, y de extrema izquierda, como ha sucedido en Grecia. Rusia ve que la polarización política genera problemas en los países occidentales y cualquier problema en un país occidental representa una ventaja al menos teórica para Rusia.

– Al contrario que Trump, Putin es un personaje que siempre se mueve en la sombra. De hecho, ni siquiera aparece en la portada del libro, al contrario de lo que sucedía con Trump en su anterior publicación.
– En realidad el libro de Trump estaba dedicado al personaje, que acababa de ganar las elecciones y tenía un interés muy particular la propia persona del nuevo presidente de Estados Unidos. En el caso de Putin se podría haber personalizado también, pero debemos tener en cuenta de que estamos hablando de algo más general, que es un mecanismo que desde luego Putin ha incrementado y potenciado en Rusia, pero es un mecanismo que representa una tradición en Rusia desde los tiempos de los zares. Eso sí, Putin lo ha elevado a un nivel de profesionalidad y de entrometimiento en los asuntos de otros países que quizás antes no se había visto porque quizás antes no había las herramientas de que ahora dispone.

– ¿La situación actual de España resulta a su juicio tan apasionante como la internacional que ha descrito en sus dos publicaciones?
– En realidad estamos viviendo un episodio más de una historia que nace desde mi punto de vista en diciembre de 2015 y es la constatación de que España deja de tener el sistema de dos partidos políticos para tener un sistema de cuatro partidos políticos y ahora vamos a subir un escalón y tener un sistema de cinco partidos políticos con representación en el Congreso. Los españoles como cuerpo electoral tenemos muy claro lo que no queremos pero todavía no sabemos lo que sí queremos. Por lo visto no queremos bipartidismo, algo que quedó muy claro en las elecciones de diciembre de 2015 y de junio de 2016, pero no sé si la multiplicación de partidos supone la resolución de los problemas que teníamos cuando había solo dos partidos. Hemos tenido dos presidentes del Gobierno en minoría y ninguno ha podido gobernar en el sentido estricto de la palabra. No queremos mayorías absolutas pero todavía no hemos asumido lo que supone atomizar un Parlamento. No sé si lo conseguiremos a partir del 28 de abril, lo veremos.

– ¿Y el escollo catalán, cómo se resuelve?
– Siempre que me preguntan digo lo mismo. Soy muy pesimista sobre la cuestión catalana. Yo creo que es un problema que no tiene solución, entendiendo solución como un acuerdo en el que todas las partes puedan sentirse suficientemente representadas y suficientemente insatisfechas. Creo que esa solución se encontró en la Transición, cuando se crearon las autonomías. Pero parece que existe un sector en Cataluña que ya no acepta eso como una solución, por lo que una solución en el sentido estricto de encontrar algo que pueda satisfacer a todas las partes me temo que yo no la conozco.
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