28/05/2017
 Actualizado a 10/09/2019
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Me gustó ver en la National Gallery de Londres ‘El origen de la Vía Láctea’, unóleo sobre lienzo que el veneciano Jacopo Tintoretto pintó hacia 1575. Nadie que lo contemple y haya estado previamente en el Museo del Prado puede dejar de recordar el cuadro que Rubens pintó con ese mismo motivo y al que dio un título similar poco más de medio siglo después. Ambos narran el origen mítico de la Vía Láctea, a la que el poeta latino Ovidio dedicó unos pocos versos, aunque hermosos, en el libro I de Las Metamorfosis: «Hay una vía sublime, manifiesta en el cielo sereno, Láctea de nombre tiene, por su candor mismo notable. Por ella es el camino de los altísimos hacia los techos del gran Tonante y su real casa».Se refería, obviamente, a los dioses. Ovidio, que era mejor poeta que astrónomo, no recogió siquiera el mito del origen de la Vía Láctea que narran visualmente Tintoretto y Rubens, quienes probablemente lo conocían (leo en un libro erudito) a través del Poeticon Astronomicon de Higinio o la compilación bizantina conocida como Geopónica. El mito está relacionado con la historia de Heracles,nacido de una de las numerosas aventuras extramatrimoniales de Zeus: en esa ocasión con Alcmena, esposa de Anfitrión, a la que engañó (la historia está contenida en la comedia plautina Anfitrio) con la inestimable colaboración de Hermes, el mensajero o correveidile de los dioses. Zeus pretendió hacer a Heracles inmortal y para ello se atrevió a ponérselo al pecho a Hera, su propia esposa, mientras dormía. No le salió bien el intento, pues Hera se despertó y apartó al niño de sí: la leche derramada de su pecho fue el origen de esa fabulosa estela blanquecina que durante siglos y siglos los hombres han contemplado en el cielo con pasión. Cuando yo era niña, me gustaba ver las estrellas con mi padre en las noches de verano. Con él aprendí a distinguir alguna que otra estrella y a encontrar en el firmamento la Vía Láctea. Él me contó algo que, curiosamente, hoy me recuerda a Ovidio: que los peregrinos a Santiago de Compostela veían en ella el camino a seguir. La Vía Láctea, de nuevo, como metáfora del camino: para los dioses o para los hombres.
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