Los paisanos están colocados para comentar lo que pase, a quien pase,lo que ocurra... Son comentaristas de oficio, cada mañana pasean sus jubilación hasta cualquier rincón de la ciudad, donde se encuentran con los de su pueblo,con algún pariente lejano... con la conversación.
Y a esperar que pase algo, que en la ciudad siempre ocurre algo nuevo, no como en el pueblo, que se repetían cada día los mismos movimientos, las mismas escenas... Salvo que ocurriera lo peor, que alguno de los habituales fallara, lo que hacía saltar las alarmas, igual había enfermado.
«Lo tuvieron que internar, vino la ambulancia por él»era la frase más temida. Muchas veces el vecino no volvía a pasar.
Y en ese sanedrín diario que son las aceras de las calles irrumpieron los invasores púrpuras, los del purple, con sus vespas y sus lambrettas y sus pelos y sus colores y sus recuerdos.
¡Qué cosas! Las vespas y las lambrettas. Todos tienen algún recuerdo montado en Vespa o en Lambretta, pero aquellas mucho más sobrias, azules, como correspondía a los tiempos. Unos fueronen ella hasta el tajo de la mina; otros atravesaron la ciudad al amanecer camino de la fábrica, Antibióticos o la harinera de Alfageme; alguno andaba kilómetros para llevar avisos y hasta alguno trabajó de monaguillo, con lo que el párroco le llevaba en el asiento trasero... Aquella vida.
Aquella vida sin música a la que ahora se la ponen estos rapaces.
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