Ves como no era tan fiero

03/02/2022
 Actualizado a 03/02/2022
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Somos muy dados al grito de ánimo o autoestima grandilocuente, sin medir las fuerzas; tal vez heredadas o aprendidas de aquella bravuconada futbolera de José María Belausteuigoitia Landaluce cuando le gritó a su compañero en Athletic, Sabino Bilbao Líbano: «¡A mí, Sabino, el pelotón, que los arrollo!». Con la salvedad, importante, que el tal Belauste, al que apodaban Camioncito, sí los arrolló y marcó gol.

Y de un grito, de una vez que pasó, hicimos historia y cualquiera grita ahora el «balones a mí» sin que siquiera se le pase por la cabeza que los vaya a arrollar, eso ya es otra historia.

También los perros le ladran a la luna y no tienen ninguna intención real de morderla. O sí.

Fue así como hicimos del león nuestro León. Balones a mí Sabino. Nos vinimos arriba con el himno —«sin León no hubiera España»— con el grito —«!alza el rabo León!»— y hasta con la escultura, que pusimos saliendo imperial de las cloacas, mostrando dientes y poderío. Fiereza.

Pero igual que los perros ladran a la luna se acostumbraron a ladrar al sueloy hasta los más pequeños que atraviesan la plaza —con tirantes de España, eso sí— se atreven a ladrarle en la misma cara, ante sus colmillos amenazantes, lo que que tantas veces habíamos sospechado: Que no es tan fiero el León como lo esculpen. Y, si no, mira los datos del INE.
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