Alfonso B&W

Verbena electoral

04/04/2019
 Actualizado a 18/09/2019
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Prometo que sólo había tomado una caña, pero al mismo tiempo admito que al llegar al periódico el domingo en horario vespertino creí ver doble. En unos segundos tuve ante mis ojos al tío Casado y al tío Ful encaramados a sendos tractores verdes. Rápido me percaté de que no veía visiones, porque en realidad cualquier parecido entre ellos es mera coincidencia. El primero está en plena campaña electoral, aunque esta vez parece más bien una discoteca móvil que recorre cada día cientos de kilómetros para llevar el espectáculo de la política a pueblos en los que hay muy pocas papeletas pero que valen oro para las cuentas finales de aquellos que suelen pensar más en sentarse en un sillón tapizado que en una alpaca de hierba de las que se hacen en nuestro campo. Llámeme iluso si quiere, pero me niego a pensar que los pueblos están condenados a morir, así que no quiero prejuzgar a este joven con raíces en Matadeón de los Oteros, porque nunca ha tenido el poder y porque ha puesto en las listas leonesas a gente que sabe de verdad lo que son las zonas rurales y lo que puede hacerse por su futuro. De todos modos, pasar una tarde en un pueblo no es conocer su realidad y por eso él –o cualquier otro que llegue a gobernar y quiera demostrar que lo suyo no es una discoteca móvil– debería estar una temporada con el segundo, con el tío Ful, que el domingo pronunciaba su ‘cataplasma’ desde el asiento de un tractor para hacer lo de siempre, combatir la despoblación a su manera, recordando con sus reportajes que en los pueblos hay vida más allá del día de la verbena.
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