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Veo coches por todas partes

15/10/2021
 Actualizado a 15/10/2021
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A principios de los años 90, cuando hacía prácticas en un periódico, me enviaron a escribir un reportaje al Ruedo, un famoso edificio levantado a la orilla de la M-30 firmado por Francisco Javier Sáenz de Oiza. Querían que entrevistara a los vecinos realojados: más de 300 familias que venían del poblado chabolista de El Pozo del Huevo, en Vallecas. Cuando llegué al Ruedo, experimenté una conmoción: por fuera, una inmensa muralla de ladrillo con ventanas diminutas y vistas a la riada de coches de la M-30, por dentro un patio cerrado sobre sí mismo pintado de colores estridentes. Las dimensiones me parecieron demenciales, sobre humanas, y flotaba en ese patio imposible un zumbido constante, como si estuviera encerrado dentro de una turbina gigantesca. Al visitar las viviendas, no pude evitar la tentación de asomarme a una de las ventanitas: a mis pies, millones de vehículos, pequeños como hormigas, moviéndose de un lado a otro sin cesar. Sin cesar. La cerré inmediatamente.

Ahora pienso a menudo en ese edificio y en la impresión que me llevé al abrir aquella ventanina porque veo coches por todas partes. Debo de sufrir cochefobia o algo así. No sé si es porque, a causa de la pandemia, me había acostumbrado a calles y autovías semivacías y silenciosas. Yo jamás me muevo en coche por Madrid. Camino kilómetros, tomo el transporte público, a veces algún taxi. Y hoy me dijo el taxista: «Señora, llevo 17 horas metido en un atasco, no puedo más».

El nivel de atascos en Madrid ha ascendido a la estratosfera. El autobús de mi hijo, que sale a la misma hora, llega a nuestra parada 25 minutos más tarde que el año pasado. La autovía de La Coruña, que es la que uso para escaparme, está permanentemente taponada, da igual la hora del día y el día de la semana. Las rotondas son una lucha de poder, cuando entras cierras los ojos y que sea lo que Dios quiera. Creo que todos los ruidos posibles, el zumbido de los coches es lo que más puede estresar el alma. Las viviendas construidas junto a las autopistas me parecen cárceles. En esos hogares seguro que se comenten crímenes horrendos y el índice de suicidios es más alto que en el resto.

No sé qué habrá pasado con los habitantes del Ruedo. Leo que fue un gueto y sigue siendo un gueto. Es una zona conflictiva, que no ha logrado integrarse en el paisaje del barrio. Por muchas razones, pero no creo que sea menor la de estar asomados a la M-30. Ven coches por todas partes y eso es enloquecedor.
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