30/09/2019
 Actualizado a 30/09/2019
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En la televisión de los ochenta y parte de los noventa se hicieron populares el incombustible y sonado José Luis Moreno y la célebre Mari Carmen con sus cuatro muñecos que seguramente usted recuerde mucho mejor que yo, que de aquella me hacían mucha gracia porque eran unos juguetes que hablaban pero –afortunadamente– no entendía nada de lo que decían. Más que nada porque la ironía y todas las barbaridades que decían las decían con segundas intenciones que hasta después de la Primera Comunión es mejor que los niños no entiendan.

Tanto Moreno, el ventrílocuo que había detrás de Macario, Monchito, el cuervo Rockefeller y otros muñecos sin los cuales no se entiende la cultura más popular española, como Mari Carmen, que era la ‘madre’ del irreverente Nícol y de Doña Rogelia, la vieja gruñona con la que se ganó el cariño y el respeto del público de varias generaciones, eran a ojos del espectador los responsables de muchas cosas que decían los que le metían la mano por la costura de la espalda.

Para dominar la ventriloquía y triunfar en el mundo del espectáculo o llegar incluso a generar corriente de opinión en la sociedad, en tiempos de Doña Rogelia y de Macario había que tener mucha habilidad corporal para modificar la voz e imitar otras voces sin despegar los labios. Eso, moviendo la boca y los brazos del muñeco mientras se mantiene el hilo del diálogo que siempre va por el lado más sarcástico de las cosas.

Me acordé de la deslenguada Doña Rogelia, que salía a soltar en los programas de variedades todo aquello que Mari Carmen no podía decir en primera persona, al ver hablar a la niña esta que anda de activista por ahí y que muchos pensamos que no es mucho más que un producto fabricado por quien tenga intereses en ese tema pero no puede o no se atreve a dar la cara y por eso confía su discurso a una inocente muchacha.

O los que ejercen de alcaldes, presidentes de asociaciones, clubes, instituciones… cualquier cargo que se le ocurra y que en los pueblos tienen su caladero de afines; esos que también salen a leer discursos que escribió quien está detrás moviendo la marioneta y demuestran que la ventriloquía no pasa de moda.
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