07/01/2020
 Actualizado a 07/01/2020
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Entre los recuerdos de la infancia hay uno, cuando en el pueblo estaban las calles sin asfaltar y nadie tenía coche, de la llegada de un coche enorme de un señor que había emigrado a Venezuela. Venezuela era todo un ejemplo de prosperidad y riqueza. La corrupción fue deteriorando todo y algunos pensaron que la solución llegaría de unos salva patrias que lo único que han hecho es crear una de laspeores dictaduras del mundo actual, con apariencia de democracia, donde la violencia y la miseria campean a sus anchas.

Aunque Pedro Sánchez tiene fama de mentir, se supone que,puesto que a veces defiende una cosa y la contraria, alguna vezha de tener razón. Él es quien ha dicho: «Comparto el cabreo de una parte de la población española con la política, pero eso no puede hacernos ver al populismo como la alternativa, como la solución a todos esos males, porque el final del populismo es la Venezuela de Chávez». Añadamos a esto otra afirmación reciente: «Ni yo ni el noventa y cinco por ciento de los españoles dormiríamos con agentes de Podemos en el Gobierno».

De acuerdo con estas afirmaciones parece claro que los españoles tenemos motivos para perder el sueño y para esperar lo peor. Todavía esta mañana una venezolana exiliada en España decía: «Así empezamos nosotros». Sin duda el contexto es diferente y estamos en Europa, aunque de momento en Europa, incluida Bélgica, parece que nos toman el pelo.

Aparentemente Venezuela es una democracia con las consiguientes elecciones, pero ya sabemos que de poco sirve ganarlas si van contra el dictador Maduro, que sigue aferrado al poder, aunque otros saquen más votos. El propio Pablo Iglesias señaló hace algún tiempo en Zaragoza a un grupo de Juventudes Comunistas la estrategia a seguir para «poner en práctica el comunismo y acometer un nuevo proceso constituyente que derribe el actual régimen constitucional». No tenemos aquí espacio para resumir los distintos pasos que hay que dar, muchos de los cuales ya se han dado con indudable éxito. De momento en España el pueblo tiene en sus manos la capacidad de decidir y de hecho tenemos lo que la mayoría ha votado. La duda es si algún día, suponiendo que llegaran a desengañarse, será posible rectificar.

Ahora bien, respetamos la libertad de forma que a nadie negamos el derecho a defender sus ideas, incluidas las comunistas. Lo triste es el bochornoso espectáculo de la bajada de pantalones y alta traición de aquellos que, con tal de mantenerse aferrados al poder, pueden llevarnos a ser como la Venezuela de Maduro.
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