Venerable Ángel Riesco

Fue un hombre que «pasó haciendo el bien». Así reza el epitafio de Ángel Riesco Carbajo, cuyos restos reposan en la iglesia de Santa María de La Bañeza, a donde estuvo muy ligado. Nacido en 1902 en Bercianos de Vidriales –provincia de Zamora y diócesis de Astorga–, emigró con su familia a Argentina en 1910 y, allí, le marcó para siempre una frase escrita en su colegio: «Lo que más vale en este mundo es ser bueno». Regresaron en 1914 y, ese mismo año, ingresó en el seminario de Comillas (Cantabria). Fue ordenado sacerdote en Astorga en 1926 y destinado a la parroquia de San Salvador de La Bañeza como coadjutor, en donde permaneció 22 años. Fue nombrado vicario general de Astorga en 1948, obispo auxiliar de Oviedo en 1958 –eligió como lema episcopal ‘Caritas Christi urget nos’, ‘El amor de Cristo nos apremia’– y obispo auxiliar del administrador apostólico de Tudela de Navarra en 1959. En 1969 presentó su renuncia al papa Pablo VI; y, tras ser aceptada, regresó a La Bañeza, en donde falleció hace ya medio siglo, el 2 de julio de 1972.

En 1995 se inició el proceso por el que ha sido declarado venerable en 2019, y que abre la puerta a su beatificación, primero, y a su canonización, después. Pero, para eso, todavía habrá que esperar…

Ángel Riesco fue un hombre comprometido con la Iglesia y con la sociedad. Entre otras cosas, se volcó con los más desfavorecidos, desarrolló una gran labor catequética, participó en el Concilio Vaticano II –e hizo propuestas–, creó el periódico bañezano ‘El Adelanto’ –que el 3 de diciembre cumplirá 90 años– y fue su primer director o fundó en 1957 el instituto secular ‘Misioneras Apostólicas de la Caridad’, y puso la primera piedra de ‘Ciudad Misioneras’, en La Bañeza, en donde está su casa central.

Aquí, por cierto, se encuentra además la Casa-Museo de Ángel Riesco –el edificio es una réplica de su hogar natal–, que recorre su vida y obra. Y las Misioneras te la enseñan de mil amores; y da gusto escucharlas, créeme. No dejes de visitarla.