pedro-j.-abajob.jpg

Vendedores de humo

02/02/2015
 Actualizado a 07/09/2019
Guardar
No hay semana en la que no me llamen para venderme algo o para cambiar de compañía telefónica. Y como cuando quiero comprar algo sé muy bien dónde se vende y respecto a la telefonía tengo las ideas muy claras, a la mayoría ya les digo amablemente que no pierdan su tiempo conmigo en los primeros cinco segundos; del resto siempre hay alguno que se enrolla hasta casi un minuto –para no conseguir nada– y de esos que estiran su llamada tanto como mi paciencia existe un grupo reducido con el que a veces tengo que perder hasta la educación.

Bastantes de esos teleoperadores, una profesión tan digna como cualquier otra hasta que asegurarse la venta pasa por mentir, son vulgares vendedores de humo que prefieren tratar con gente mayor o de pocas luces pero con una tarjeta de crédito válida. Y eso es lo que me parece ruin; tanto como que un juez no vea pruebas suficientes para incriminar a una pareja que vendía a los ancianos artículos que nunca llegaban, pero cargándole recibos en su cuenta bancaria.

Y como en todo, en el arte de comercializar, evolucionan las formas. Por eso ahora se venden a ciegas libros, camisetas o películas sin saber si va a haber libro, camiseta o película dentro de dos años; y todo porque un charlatán tiene labia suficiente para vender humo apelando a los sentimientos de pertenencia, a la tradición o a su experiencia. Y como llamándole ‘crowdfunding’ suena mejor que timo, todos a poner dinero.
Lo más leído