04/09/2020
 Actualizado a 04/09/2020
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Cerrado agosto por completo, no así la herida profunda de la pandemia que asola el mundo, contemplo con enorme curiosidad televisiva los ocho millones de ovejas que se concentran en la Patagonia una vez al año para ser esquiladas, oficio para el cual en los últimos años apenas existen practicantes en este país llamado España debiendo recurrirse a los temporeros extranjeros, algo ahora también dificultoso debido al coronavirus, motivo por el cual no se les facilita la entrada a tales foráneos. ¿Y ahora qué? Cada uno que haga, cuando menos, del silencio su respuesta. Creo que es lo mejor. No obstante, la verdad, no comprendo por qué me he dejado llevar por las ovejas. Bueno, no es así. Pues a mi izquierda y a mi derecha, al frente y a la espalda un copioso ruiseñor mensajea insistentemente Velintonia, Velintonia. Y obedezco sin remisión.

Velintonia, anotación larga, extensa de vida acompañada por una alegría manantial, en ocasiones, otras no tanto, donde se indaga sobre los malos tratos (como en el caso de los mineros asturianos y sus esposas en la huelga de 1962). Donde se pregunta, se dice, se posiciona, se responde, se ofrecen primicias, se critica, se repudia, se increpa y se habla muy mucho de poesía; en definitiva, se conversa de todo, llegando a increpar hasta al sol traicionero en los oteros. Velintonia, Velintonia, bien quisiera yo trasladarme al pasado y aunque fuese sin la profundidad necesaria para situarme ante el umbral de una amistad, intercambiar unas palabras con Delia del Carril, Pablo Neruda, Miguel Hernández, Lorca, Alfonso Sastre, Claudio Rodríguez, Blas de Otero, José Luis Cano, el propio Vicente Aleixandre tan inclinado a acoger bajo las ramas frondosas de su cedro a aquellos otros enemigos del oprobio y las represalias, defensores de la libertad y los derechos humanos. Amigo y protector que fue en sus arranques del poeta leonés, por el que llegó a valorar grandemente su poesía además de sentir gran ternura, respondiéndole el bañezano Colinas de forma parecida y haciéndole partícipe de preciadas confidencias como el nacimiento de un hijo que murió en breve. Velintonia es la casa de las visitas y revisitas donde se comentaba de todo. Desde la tremenda valía de Miguel Delibes, la negación del pasaporte a Ana María Matute para recoger un premio en Francia, los contenidos de las publicaciones de Ínsula, El País, Cambio 16, ABC, Cuadernos para el diálogo o Triunfo…, e incluso de vez en vez también se admitían comentarios sobre amantes destacadas, conforme sucedía con la bella y esbelta Guiomar, Pilar de Valderrama, cuyo nombre figura en la nueva estación trenera de Segovia así: ‘Estación de Segovia-Guiomar’, sí la amante de Antonio Machado, o la situación amorosa de la actriz Carmen Ruíz Moragas, amante de Chabás y del mismísimo rey Alfonso XIII, incluso en el último caso algunos comentarios se detenían en el retrato de los hijos de ésta habidos con el Rey, y también, también en algunas y algunas relaciones infieles con el Premio Nobel de Literatura 1977, o sea, él mismo, quien dada su bisexualidad las tuvo de ambos sexos. Muchas quedan claramente reflejadas en sus libros como la habida con Carlos Bousoño. Otros nombres principales en el erotismo de este sevillano de 1898, miembro de la Generación del 27, han sido Margarita Alpers, María Valls, Andrés Acero y José Manuel García Briz.

En fin, Velintonia da para mucho. Quién sabe, a lo mejor en algún momento retomo el tema. Pero antes de cerrar esta comentario quiero reflejar por escrito que Vicente Aleixandre a raíz de ganar el Nobel en 1977, primer año de la democracia española, la calle donde vivía, Velintonia, a partir de 1978 pasó en su honor a llamarse Calle de Vicente Aleixandre con grande y firme contento para Velintonia, como se llamaba a su casa, y buena parte de Españoles.

La melancolía se cierne sobre mí. Mis ojos dan al arroyo como las potimias y el salto juguetón de los sapos. Iluminada en el cerro por rayos en discusión me envuelve el miedo. Gracias José Luis Cano. Un placer releer los ‘Cuadernos de Velintonia’.
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