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Vela y La Democracia

18/02/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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En la competencia de este periódico, la periodista Ana Gaitero publicaba hace pocos días un reportaje sobre el proyecto de remodelación del edificio número 6 de la Plaza de don Gutierre de León que implica en principio según parece la destrucción de todo su interior, incluido el piso en el que vivió hasta la guerra civil la familia de Nicostrato Vela, uno de los fusilados en el campo de tiro de Puente Castro junto al alcalde Miguel Castaño en los primeros días del levantamiento militar, y cuyas paredes y techos fueron pintados casi por entero por su hijo, el adolescente que llegaría a ser muralista y pintor famoso José Vela Zanetti. Aunque Ana Gaitero afirmaba que la primera noticia de esas pinturas apareció en el Diario de León en el año 2010, yo ya había publicado (perdóneseme la vanidad) un reportaje sobre ellas en 1980 en el desaparecido semanario leonés Ceranda y puede que hasta hubiera habido alguno anterior. El que me puso sobre la pista de las pinturas fue el periodista Manuel Valdés, que había vivido con su familia en el mismo piso que los Vela y temía por la supervivencia de aquéllas.

Hay otro dato en el reportaje de Ana Gaitero, magnífico por lo demás, por el que pasa casi de puntillas y que debería apuntalar su reivindicación, que comparto, de que la remodelación del inmueble de la Plaza de don Gutierre debería respetar no sólo la fachada sino partes de su interior, pues es historia de León. Ese dato es que en el bajo del edificio, ocupado ahora por las Bodegas Manchegas, estuvo hasta la guerra la sede de La Democracia, el periódico que Miguel Castaño creó y dirigió hasta su llegada a la alcaldía de León. Hay una fotografía publicada en el libro que sobre la vida, encarcelamiento y muerte del alcalde leonés fusilado por los militares golpistas, ‘Asesinaron la Democracia’, del periodista Carlos J. Domínguez, en la que Miguel Castaño aparece junto con los trabajadores de la redacción y los talleres de su periódico delante de la fachada del local en la que se comprueba que ésta no ha cambiado nada, salvo la sustitución del rótulo de La Democracia por el de Bodegas Manchegas, que indica su actual negocio.

Desde hace décadas, la destrucción de la memoria patrimonial leonesa, que sostienen documentos pero también edificios y lugares públicos, ha sido sistemática, promovida por motivos políticos en algunos casos y por la ignorancia o la desidia sin más, en otros. La casa en la que nació Durruti, el leonés más universal les guste o no a los leoneses, que en Barcelona sería un museo del anarquismo o de la guerra civil y un lugar de peregrinación para historiadores y seguidores de todo el mundo, aquí se arrumbó sin consideración ninguna para dejar lugar a un jardín absurdo en el que ahora cagan los perros, y la de Gordón Ordás (el único jefe de Estado que ha dado León, no se olvide, el último de los cuatro que nombró la República tras Niceto Alcalá-Zamora, Martínez Barrio –éste en interinidad– y Manuel Azaña y, junto con el propio Franco, uno de los cinco únicos que ha habido en la historia de España fuera de los reyes) se ha dejado caer con impunidad en la calle de Puertamoneda sin que ningún alcalde haya movido un dedo. La lista podría seguir, pero no es cuestión de hacer sangre con más ejemplos que lo único que demostrarían es que León lleva siglos sin estar a la altura de su historia, sino de aprovechar los casos presentes para tratar de romper esa inercia penosa. Bien está que León, como cualquier ciudad, se remoce y que la actividad económica le dé vida, pero ha de hacerse respetando la historia y el patrimonio de los que dispone, no sólo por consideración a ellos sino porque son también dos fuentes de riqueza económica si se les sabe sacar partido. La actuación en el edificio que albergó la sede de un periódico que es historia vida de León y las pinturas adolescentes de uno de sus pintores más conocidos y populares es una buena ocasión para demostrar que es verdad que la tradicional desidia leonesa ha sido sustituida por un compromiso serio con su patrimonio y su historia. Lo demás son palabras huecas, discursos altisonantes de políticos insustanciales que se lleva el aire detrás de ellos.
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