11/04/2021
 Actualizado a 11/04/2021
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Hace una semana, con los rostros descapirotados y la figurada suelta de palomas en la plaza de la Catedral, concluía la Semana Santa en León. Era Domingo de Gloria. Al día siguiente, se volvía a la normalidad. Y a más cosas. Ya se sabrá a qué dedican sus inquietudes algunos ‘próceres’ de la derecha. Los ‘enredabailes’ se multiplican como las setas.

Y dado que en esta sociedad leonesa de arrope crudo y vinagre cáustico, muchos fueron los que, llegadas las jornadas de procesiones y novenas, se dieron golpes de pecho a modo de flagelo, no es aventurado afirmar que una vez consumada la auto disciplina, se dedicaran –en los atrios e incluso en las sacristías– a la murmuración y al despelleje. Lo denunciaba siempre el sastre y papón Juan Torices –con taller y fina aguja en el número 11 de la calle La Rúa– al referirse a ciertas capillitas de túnica y ‘pésame, Señor: «estos son los que aman a Dios y joden al prójimo».

Pues algo parecido podría ocurrir en breve. ¿El receptor de los exabruptos?, algún aspirante en concreto a presidir el PP de León. Y así sería la escenificación teatralizada. «Hombre, qué tal… ¡Cuánto me alegro! Venga, chaval, mucha suerte». Las palabras, huecas, se pronunciarían con siniestra sonrisa en la cara del postulante a ‘amo’. Y, por detrás, al darse la vuelta el candidato… «menudo cabrón. A este ni agua. Vaya jeta que maneja el gilipollas. Qué se habrá creído». No es nuevo. Ha pasado. Y volverá a ocurrir. Es más, ya está rondando. Y al toro, que es una mona.

La diana de los dardos (envenenados) se encuentra al este de la provincia leonesa, cerquita de la montaña oriental. En el lado opuesto, en el tercio occidental, donde prima lo verde y las bodegas, se disponen los arpones. A buen entendedor… Hay que hacer honor a la línea acantonada desde el lejano febrero de 2015.

‘En aquel tiempo’ –que así principian los relatos evangélicos–, se cebaron con el alcalde, Emilio Gutiérrez, luego de que éste, poniendo en práctica sus buenos principios y capacidades intelectuales, hubiera obtenido, cuatro años antes, quince actas de concejal en el Ayuntamiento de León. El mayor éxito del PP en la historia de la democracia. Pues les jodió a los estúpidos de turno. Y a algún que otro trapisondista adherido. Había que cobrar la pieza con mentiras y falsos testimonios. Y la abatieron.

Hasta ahora, esa flechada les ha otorgado a los ‘arqueros’ pingües ‘beneficios’. Han ido con la vela por delante, que es la que alumbra. Pero la cera se gasta y el cabo se quema. Y parodiando a John F. Kennedy, que cada cual en el PP se pregunte qué puede hacer por su partido –aparte de ensobrar papeletas, claro– y no su partido por él. La reflexión no admite dudas. No es vana.
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