16/03/2018
 Actualizado a 17/09/2019
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Valentina ya no se pone triste cuando alguien le diceen el colegio o en el parque que sus zapatillas naranja fluorescente de fútbol sala son «de niño».

Un día quise explicarle los motivos por los que no deben importarle ese tipo de comentarios. Escuchó, pensóy enseguida elaboró por su cuenta una respuesta para etiquetas absurdas que cambió su pequeño gran desconsuelo por una firme convicción: "Los deportes y los colores no son ni de niñas ni de niños".

Ha leído muchos cuentos de princesas y castillos y parece que aún asume con cierta normalidad que el Rey de España, "el más jefe de todos los jefes de España", es el rey porque es el hijo de otro rey y no porque la gente de su país lo haya elegido para el trono. Sin embargo, se le tuerce el gesto cuando le explicas que el actual rey tiene dos hermanas mayores que él que no pudieron ser reinas porque eran chicas. "Eso no parece justo", se extraña.

En algún momento, más adelante, si me pregunta, y sospecho que lo hará, le daré mi opinión sobre el Rey de España, sus hermanas y demás familia. Sin metáforas ni paños calientes, más allá de que sea un chico o una chica. Pero mientras, me siento satisfecha de que a ella le haya sido tan fácil deducir que ni los deportes ni los colores son de niños ni de niñas. Y tan sencillo percibir que no parece nada justo que una chica, por ser una chica y no un chico, se pueda quedar sin su puesto.

De mayor Valentina quiere ser trapecista, pastelera, doctora, Elsa de Arendelle, ciclista como Valverde, cuidadora de animales, patrulla canina, corredora de cross como Nuria Lugueros, dibujante, pirata o tigre, dependiendo del día de la semana que le preguntes.

Algún día entenderá un poco mejor por qué el 8 de marzo de 2018 cambió sus clases en el colegio por una lección junto a otras 13.000 personas en las calles de Ponferrada, de lucha en común por lo que será su propio futuro y el de todas las demás niñas. Un futuro en el que nadie pueda quitarla del trono que le corresponda sólo por ser una chica.

Y algún día entenderá por qué su madre no quiere dejar de hablar de ese 8 de marzo de 2018 en el que algo cambió. Algo que quizá permita que ella de mayor pueda ser trapecista, pastelera, doctora, Elsa de Arendelle, ciclista como Valverde, cuidadora de animales, patrulla canina, corredora de cross como Nuria Lugueros, dibujante, pirata, tigre o lo que ella desee y alcance, pero sin que nadie se atreva ya nunca más a poner etiquetas ridículas a sus preciosas zapatillas de fútbol sala.
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