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Vacaciones en el mar

08/09/2017
 Actualizado a 18/09/2019
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Supongo que a todos, o a casi todos, el volver de dar un garbeo por esas playas de Dios, muy diferentes del lugar o sitio en el que hemos pasado el resto del año currando, e incorporarnos al trabajo diario, no es precisamente un plato de gusto.

Y eso que lo que ahora es ‘tomar unas vacaciones de verano’ nada tiene que ver con aquellas otras, las que vivimos los mayores, cuando éramos pequeños, pero que muy pequeños, cuando íbamos, los que íbamos, al pueblo de nuestros padres, con los abuelos, con los primos, con los tíos, porque, por aquél entonces, eso de la playa y mucho menos lo de salir del país, era algo que solamente estaba reservado a alguna, poca, gente, que debía de existir, entre otras cosas, porque lo veíamos, con fruicción, en las películas.

No se había inventadoBenidorm ni el 600, ese maravilloso vehículo que aguantaba todo lo que se le echase (y nosotros también), y que nos llevaba, sin aire acondicionado, airbag, frenos de disco, tomtom o bluetooth y casi sin motor, a cualquier parte, incluido el Hotel Cap Sa Sal, por aquellos entonces «el hotel más lujoso de Europa», decían, y que estaba en la Costa Brava. Bueno, creo que aún está, pero parece ser que ya no es lo que era, sobre todo desde que se inventaron los resorts y hoteles temáticos.

Y así, empezamos a ser una potencia turística: primero dos millones, luego cuatro, diez y hasta ochenta millones que dicen que pueden venir este año. Porque somos estupendos y porque otros destinos se han puesto complicados.

Anduve por las Baleares y…

Ibiza tiene un problema del copón, con unos precios desorbitados que impiden a los trabajadores de todo tipo y condición, desde el más bajo al más técnico, tener un sitio para vivir y hacer posible los servicios a ese contingente de turistas.

Mallorca tiene tantas camas como toda Grecia y, así y todo, no es suficiente.

Menorca ya ni se parece a lo que era.

Y en el resto de destinos turísticos, tres cuartas de lo mismo.

Vamos a morir de éxito.

Tanto que se empieza a hacer insoportable: si quieres ir a un restaurante, o haces colas interminables, o reservas, con el riesgo de que te den sitio… cuando ya estás otra vez en tu ciudad de origen. Y no hablemos de los precios, más cercanos al atraco que a otra cosa.

Aquella cala preciosa, aquella cala virgen, es ahora virgen y también mártir, con olor al gasóleo de las decenas de embarcaciones que se meten hasta la orilla después de haberte pasado al ras del flequillo.

Claro que si las calas vírgenes están desaparecidas en combate, las playas de toda la vida más parecen las gradas de un campo de fútbol por lo abarrotadas que están. Tanto, que circular entre las toallas más se parece a caminar por un laberinto en busca del agua perdida.

Tenemos a toda Europa aquí, incluidos los franceses, que hasta hace bien poco malamente pasaban de Tarragona, o, como mucho, deGandía.

Claro que podía ser peor, porque si se les ocurre a los de extremo oriente descubrir España, entonces sí que vamos a estar… hasta la bandera, pues nadie se olvide que solamente en China hay 36 millones de millonarios, o sea, el 85 % de los habitantes de España, y si se nos dejan caer por aquí, entonces si que nos tendremos que salir nosotros.

Tengo un amigo que todos los años se daba una vuelta por París, y siempre se acercaba al Louvre. Ha dejado de ir. No está dispuesto a soportar colas de media hora y recorrer luego las salas como si fuera la hora punta de la Gran Vía.

Y en estas andábamos, persiguiendo un sitio para aparcar, una mesa para poder tomar una cerveza o un miserable sitio en la playa, cuando, para terminar de darnos el verano, a una panda de descerebrados, por no decir palabras más gordas, se van a la Rambla de Barcelona y arrean con una furgoneta contra la gente que por allí andaban.

Una panda a la que nosotros recibimos, alimentamos y subvencionamos, incluso con más ayudas que muchos de nuestros conciudadanos más desfavorecidos, que manda narices.

Luego nos enteramos que antes había habido una explosión en una casa okupada con permiso de todos los bienistas que por ahí andan sueltos, y que la policía autonómica, con su jefe a la cabeza, supuso que aquello había sido una cosa doméstica, con más de cien bombonas de gas y una casa demolida, cosa que una explosión doméstica no hace, salvo que fuera un edificio de estructura muro de fábrica, lo que no era el caso.

Claro que lo del jefe tiene su aquél: Jose Luis Trapero, hoy Josep LLuis, nacido allí, hijo de un taxista de Valladolid, que, como los judíos conversos, esosque al quedarse en España tras la expulsión por los Reyes Católicos, se convertían, de paso, en los católicos, apostólicos y romanos más católicos, apostólicos y romanos que nadie, también se ha convertido en el más nacionalista, separatista y radical que nadie. Hay que hacer méritos y tapar las propias vergüenzas.

Así, cogemos a los fallecidos y los usamos para demostrar que ya podemos ser una nación con todo y policía preparada y adiestrada. Pues fenómeno.

Y lo que ya no tiene perdón de Dios: convocar una manifestación de repulsa al terrorismo, sin una sola pancarta sobre eso, pero con muchas contra España, el Rey, el gobierno y todo lo que no fuera reivindicación del catalanismo y sus derechos (según ellos). ¿Y del objeto de la manifestación? Pues bien, gracias.

Y más y más que nos enteramos cada día. Una vergüenzay un sinsentido.

Y suma y sigue, que esto aún no ha acabado, y no me voy a poner a repetir los que televisiones, radios y periódico dicen todos los días. Para eso están ellos.

Así que las «vacaciones» de este año, un tiempo que se supone de romper con la rutina diaria, de otros menesteres, de sestear y disfrutar, entre unas cosas y otras, se han convertido en una incómoda situación, mezcla de sol, playa, incomodidad y problemas diarios de esos con los que, por desgracia desde hace bastante tiempo, nos desayunamos todos los días del año.

Tan harto he quedado, que he de reconocer que he estado tentado de hacer un juego de palabras con el título de esta columna sustituyendo la palabra ‘mar’ por ‘mal’. Pero me ha parecido un chiste malo.

Claro que no me he podido resistir a escribirlo, porque, la verdad, me han dado las vacaciones.
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