Imagen Juan María García Campal

Utopía, razón, ¿armas?

27/03/2019
 Actualizado a 15/09/2019
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A un mes de las elecciones generales y dos de la triple y creciente convocatoria; arreciando ya la inexorable lluvia de sandeces, muestras de escasas, si existentes, inteligencia y estima hacia la ciudadanía desde vario flanco (con ‘l’, nadie se inquiete), siento preciso –como memorioso refugio de desvaríos– acercarme una vez más a Tomás Moro, a su Utopía (1516). «…Librito verdaderamente áureo, no menos saludable que festivo», en palabras de su autor y de cuya lectura deben abstenerse «quienes carezcan de humor e inteligencia» en palabras de Andrés Vázquez de Prada.

Cómo no rejuvenecer ante el utopiense Rafael Hythlodeo (Hytholodaeus: «experto en sinsentidos») y su: «…querido Moro… me parece que donde quiera que exista la propiedad privada, allá donde todo el mundo mida todo por el dinero, resultará poco menos que imposible que el Estado funcione con justicia y propiedad». Y cómo no tener presente la sabia enseñanza del humor de Moro en la carta a su amigo Pedro Gilles que sirve de introducción a la obra cuando le dice que «hay personas tan tétricas que no admiten bromas, y otras tan insulsas que no soportan gracias».

Lee uno los periódicos o escucha la radio o ve cualquier televisión sin los preventivos espíritu crítico y sentido del humor; conoce las afirmaciones de los más dispares y postulados padres de la patria y…: se tira al río. Cosa asaz inútil en esta ciudad a no ser que se cuente con mano amiga que lo remate ‘in situ’ o lo devuelva reiteradas veces al punto del arrojo para nuevo conato.

¿De dónde les vendrá a los ‘preoscuros’ líderes este gusto por agriar al común de vecinos cuando después ellos –diatribas al margen– conviven amigablemente (¡y que no cesen!)? Sosiego y razón precisamos más que sangres sublevadas, sordas, ciegas. Nuestra historia, enseña más por sus trágicas miserias que por sus supuestas gestas, creo.

Nadie olvide lo enseñado por Eduardo Galeano: «La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar».

¿Por qué otra vez nos pretenden llevar a elegir un mal menor y no el bien mayoritario? Acaso sea ocasión para recordar lo que para tiempos de «confusión organizada» decía Bertolt Brecht.

Ahora, silencioso, no voceador, voy a limpiar el arma, ¡la pistola! La de aire, que he de lustrar el único arsenal que poseo, el de libros. El que ayudó a que prefiera más ser que tener.

Buena semana hagamos, buena semana tengamos.
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