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Ursula von der Leyen

10/04/2022
 Actualizado a 10/04/2022
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Durante estos días extraños de pólvora y humo hemos asistido a una reacción generalizada en la Unión Europea contra la agresión militar de Rusia a Ucrania. A muchos ha estado a punto de salírsele disparado el segundo botón de la camisa de tan henchido que tenían el pecho. «Respuesta unánime», «acción coordinada» y todos esos rollos.

La realidad, empero, es algo distinta. El hecho de que los 27 países no se hayan puesto a guerrear entre sí, como llevan haciendo toda la vida de Dios, es una buena noticia. Pero esto no significa que sus cuatrocientos y pico millones de habitantes estén todo el día agitando la banderita azul con las doce estrellas. Es más, por mucho que desde arriba se ponga la cinta de marchas militares, se extiende la sensación de que la UE sólo sirve para que una recua de inútiles estén mamando bien gordo en Bruselas mientras ordenan cosas que van directamente en contra de los intereses de la población en general. Pero el mejor ejemplo de la desafección no estaría en el funcionario/político orondo que no da un palo al agua en la capital belga. El paradigma es una señora llamada Ursula Gertrud Albrech, conocida por su nombre de casada: Ursula von der Leyen. Nacida en el seno de la riquísima familia Albrech, ligada desde hace tiempo a la recaudación de impuestos y la gestión de las cosas imperiales, casó en 1986 con uno de los ricos herederos Von der Leyen, enriquecidos gracias al comercio de la seda en las cortes europeas desde el siglo XVIII. Entre sus habilidades destaca la práctica de la equitación, e incluso ha llegado a competir de manera oficial en tan hermosa modalidad deportiva.

Ursula ha estado vinculada al partido CDU, el de Angela Merkel, a partir del momento en que regresó de vivir en California. En diciembre de 2019 la aristócrata se convirtió en presidenta de la Comisión Europea. Desde entonces se ha dedicado al «deeply concerned» («profundamente preocupada», una expresión que se usa para ridiculizar la capacidad ejecutiva de las instituciones europeas) y a amenazar a los ciudadanos más pobres de la Unión.

A pesar de militar en un partido supuestamente conservador, el pensamiento y la actitud de Von der Leyen se sitúan en este magma transideológico que se practica en Bruselas y que se podría englobar dentro del marco mental del socioliberalismo, aunque lo más apropiado sería denominarlo «cosas de ricos». Al parecer, es mucho más grave que los ciudadanos de Hungría hayan votado lo contrario de lo que ella decía que el hecho de que los combustibles fósiles estén por las nubes y la inflación esté destruyendo el poder adquisitivo de las clases medias y proletarias. Hay que insistir: una aristócrata diciéndole a los pobres lo que tienen que hacer.
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