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Urge un plan de reforma democrática

30/07/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Nuestro sistema político adolece de muchos defectos después de una andadura de adolescente por el mundo democrático y no haber pasado por un reciclado de chapa y pintura muy necesario hace mucho tiempo.

El problema viene de los consensos y los pactos para ostentar el poder y unos y otros se sientan representados en la nave de mando.

Pactar es positivo cuando las ideas y opiniones son excesivamente divergentes y se necesita centrar los problemas más importantes para que toda la nave siga su rumbo sin sobresaltos. Lo que no es nada bueno es tratar de apropiarse del timón para marcar un rumbo interesado y excluyente o bien tratar de llevar a puerto propio según qué intereses nada claros.

Hace mucho tiempo que expresamos nuestra preocupación ante diversas señales de cansancio que experimentaba el sistema y también la necesidad de que se dieran ciertos retoques a la Carta Magna contemplando el interés colectivo no el de los partidos políticos que ya sabemos cómo establecen sus prioridades.

Para que no se radicalicen las posturas políticas de uno u otro signo se debe llegar a consensos que aporten soluciones a los problemas que surgen en una sociedad dinámica, moderna y agitada por el torbellino de aportes tecnológicos, científicos, culturales que recibe el ciudadano actual.

El foco de la reforma estaría fijado sobre áreas que un estado moderno necesita disponer para que su desarrollo sea normal y no experimente ningún sobresalto que impida su avance y sí lo someta a la dictadura del fracaso y el retroceso.

Consideramos que el actual sistema electoral es un fraude a los intereses de los ciudadanos y que impide que se tome en serio las propuestas de los políticos que anhelan un escaño sólo por el mero hecho de agenciarse un sueldo.

El que surjan nuevos partidos y se atomice el panorama político no es negativo y sí la forma en que se negocia y se pacta, potenciando a partidos y fuerzas regionales que basan su negociación en el chantaje al gobierno que desea formar el gabinete porque sólo tienen en cuenta los intereses particulares y no los de la nación.

Cuando en una votación surge casi el empate es necesario el pacto pero con fuerzas nacionales que no acceden al Parlamento para ir en contra de la nación española, sino para aportar su trabajo e ideas con el fin de resolver los grandes problemas de todos.

Por eso se impone un pacto nacional para reformar la ley electoral y revisar la Ley D´Hont introduciendo formas que agilicen las elecciones y el momento postelectoral.

Los partidos que ningunean el sistema parlamentario español y que sortean las leyes deben quedar marginados y no tener el mismo peso en escaños que los partidos nacionales, a la vez que hay que arbitrar una regulación para que los partidos mayoritarios no transformen la dinámica electoral en una especie de cortijo acordado de antemano.

Se evitaría de esta manera el aburrimiento, el desánimo, la abstención perniciosa y el desinterés por la política.

El mercadeo de votos al que asistimos en estos días abochorna a las personas normales que han depositado su voto se puede decir que ayer mismo y que les hace pensar que el ejercicio de votar no es efectivo, asistiendo a un verdadero secuestro de las urnas por los que están impacientes por conocer los resultados y cuando ya lo tienen asegurado se olvidan del programa y lo primero que hacen es subirse el sueldo.

España necesita más reformas, desde luego, como la de la educación, la justicia, la administración y un importante etc. que en su momento mencionaremos.

Por el camino que vamos sólo la exasperación, la radicalidad, la exclusión del otro, el supremacismo, el insulto y el escrache, junto a los «ismos» tienen éxito. Y eso, francamente, se le augura un final de enfrentamiento y violencia, porque antes ya se habrán cargado el sistema unos pocos que son expertos en noticias falsas y manipulación de masas.
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