Una zona en las afueras que se siente pueblo

La Inmaculada, en la parte norte de la capital, no atraviesa su mejor momento. Sus vecinos aseguran que tienen los problemas "de cualquier barrio y algo más"

Rosa Álvarez
02/07/2017
 Actualizado a 17/09/2019
La asociación de vecinos reclama un parque nuevo porque el que tienen detrás de la iglesia, dicen, es "pobre y malo". | DANIEL MARTÍN
La asociación de vecinos reclama un parque nuevo porque el que tienen detrás de la iglesia, dicen, es "pobre y malo". | DANIEL MARTÍN
Pequeño, humilde, el barrio de La Inmaculada mira a León con cierta distancia. Diversas circunstancias hacen que sus vecinos se sientan a veces ciudadanos de segunda dentro de un núcleo urbano, el de la capital, donde existen zonas que evolucionan a diferentes ritmos. La Inmaculada nota que pierde dentro de este movimiento, se siente «pueblo» encerrado en una ciudad. Para tratar de revitalizar el barrio, en los años 90 nació su asociación de vecinos. Carlos Fernández, al frente de ella desde entonces, conoce la zona al milímetro, su evolución y sus muchas necesidades. Es él quien con sus palabras nos acerca a La Inmaculada, a lo que fue y a lo que es hoy.

Ubicado entre el Hospital, la carretera de Asturias y Mariano Andrés en su parte más pegada a León, el barrio de La Inmaculada comenzó a configurarse hace varias décadas. Fernández sitúa su despegue «en los años de la guerra». El Gobierno, el clero y la Falange impulsaron, según comenta, la construcción de un centenar de casitas bajas conocidas como las ‘casas del aguinaldo’, que ocuparon en sus inicios «gente más bien pobre y con mucha familia». En esos tiempos llegó a tener muchos vecinos. Estas familias y sus pequeños dieron una vida al barrio que ya no tiene. «Ahora se ha ido quedando bastante reducido, se fueron muriendo los vecinos, los hijos buscaron otros sitios y poco a poco se ha ido quedando bastante muerto, apartado. No discriminado, pero sí quizá algo marginado», señala Fernández. En los años 90 nació su asociación de vecinos. Su presidente, Carlos Fernández, conoce el barrio al detalleLa asociación de vecinos nació en este punto, con la ilusión y las ganas de cambiar las cosas, de dar un giro a la situación. Al principio, su presidente apunta que «se lograron cosas», pero no han conseguido frenar el «olvido» o sortear muchos de sus problemas. Los de conexión destaca que se han visto favorecidos en los últimos años con la ronda de la carretera Asturias, de Hospitales, y el desarrollo del polígono de Ventas Oeste, que han venido a conectarles con Eras de Renueva, Hospitales, o La Palomera. Pero La Inmaculada, dice, tiene aún «los problemas de cualquier otro barrio y algo más». Durante un tiempo la falta de seguridad fue uno de ellos y sigue estando muy presente. Fernández entiende que «las afueras siempre están menos controladas, mientras se preocupan más del centro», lo que hace un año o año y medio favoreció, cree, una serie de robos. Tuvieron conversaciones con la Policía y con la Subdelegación del Gobierno y se actuó, pero aún siguen demandando más vigilancia y seguridad.El Gobierno, el clero y la Falange impulsaron la construcción de un centenar de casitas conocidas como ‘las casas del aguinaldo’También falta limpieza, y servicios, asegura, hay más bien pocos: un centro cívico con bastante actividad y una biblioteca tiran un poco de un barrio donde tampoco quedan apenas negocios o pequeño comercio. Los hubo, pero fueron cerrando poco a poco. Aun así, Fernández no quiere instalarse en el pesimismo y todavía ve salida para un barrio que él dice que «no cambiaría por nada del mundo». Ahora, comenta, están esperando a que el Ayuntamiento se ponga en contacto con ellos puesto que hay «un dinero que viene de Europa y otro que tiene que poner el Ayuntamiento» que les podría dar más de una alegría. «Queremos que nos expliquen qué es lo que quieren hacer para poder proponer nosotros alguna alternativa. Ver el dinero que hay y qué ideas tienen ellos. Hablar y debatir, y tratar de que la juventud que hay y las personas de mediana edad, que son pocas y muchas sin trabajo, tengan una alternativa, que se ayude a fijar esa población y se le dé un poco más de confianza y de vida», señala.Esperan que el Consistorio les concrete los proyectos que se desarrollarán con una inversión de 28 millones para la zona norteDe estos fondos habla el concejal que tiene asignado el barrio dentro de sus competencias, Agustín Rajoy. En concreto se trata de 28 millones de euros que afirma que vendrán a ser una suerte de «lotería» para la zona norte de la ciudad y con los que se pretenden impulsar políticas de empleo, de tecnologías de la información, de salud ambiental, movilidad, gestión eficiente de la energía, del agua y de los recursos. El plazo lo fija en unos cinco años para que empiecen a notarse los cambios (2017-2022), posiblemente prorrogables por otros dos (2024). Rajoy reconoce que tanto La Inmaculada como los barrios próximos son zonas «tradicionalmente olvidadas, bastante despobladas y con muchos problemas de orden social, de integración, de empleo, con población envejecida y poco crecimiento». Por ello, incide en que «les vendrán genial estos fondos».Carlos Fernández así lo considera también yaunque dice que no quiere adelantarse a proponer cosas antes de hablar con el Ayuntamiento y conocer su proyecto, ellos ya tienen varias ideas en la cabeza. Además de ese apoyo a la población joven y de mediana edad advierte que actualmente existen muchos solares sin vallar, «praderas como lagunas que se ven entre casa y casa» y que opina que impiden dar al barrio una imagen de unidad. Tampoco estaría demás, subraya, que se hiciera un parque para los niños, ya que ahora tienen «uno pobre y malo detrás de la iglesia en un sitio que ni se ve ni se cuida». Así, les gustaría que se hiciera uno «a la orilla del centro que dé una imagen al barrio distinta» y en el que se instalen en él aparatos para que las personas mayores puedan hacer gimnasia. «Que nos llamen para ponernos de acuerdo y discutamos qué hacer», zanja.

Mientras, asegura, seguirán haciendo todo lo posible por tirar del barrio y por hacer piña entre los vecinos. Desde la asociación, comenta Fernández, «se hacen excursiones a la playa, tratamos de sacar a la gente de sus casas con actividades en el centro de la asociación como corte y confección, manualidades, clases de memoria, yoga o gimnasia», todo por seguir manteniendo ese sentimiento de unidad, ese ser «pueblo» dentro de la ciudad».
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