Una treta más

19/09/2017
 Actualizado a 10/09/2019
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Encajar al enemigo en un sitio lugar y hora eslo mismo que obligarle a coger un banderín blanco y firmar su rendición. Pero hay que contar con un factor más, que no existe la bondad de ese otro lado y sí astucia para no dejarse acotar con los bordes claros de un segmento. Por eso del bando contrario, los incendiarios están buscando tretas cada vez más sucias para seguir escapando, y eso que lo tienen todo de cara, porque es extrema la dificultad de verlos sentados ante un juez y ya roza la utopía hacerlos caminar hacia una celda. Ahora no solo es cuestión de hacerse con una forma de encender. Ya no se busca el día más caluroso del año ni el mejor mechero. Se busca la noche, en cualquier momento oscuro y en un sitio sembrado de árboles. Ni cámaras ni vigilancia ni un tirón de orejas son efectivos. Ellos van por delante. Primero llama, después, hacerse el sueco. Como si nada se codean con los vecinos y tal vez hasta dan consejos a los servicios de extinción de cómo controlar su maravillosa obra de arte negro. No sé hasta qué punto la pueden analizar con cierto orgullo. Lo hacen con la complicidad de no haber sido cogidos in fraganti. Aunque los vecinos susurren a su lado un improperio impronunciable, a sabiendas de que el protagonista forma parte de los suyos, un silbido al aire del protagonista de la historia de fuego lo amilana todo o, en su defecto, un buen ataque de amenaza con nombrarte delincuente porque eso de insinuar está muy mal. Y, al final, nuestra opción es la que se queda en una cárcel vigilada por el incendiario. Callamos, nos lamemos las heridas y volvemos a cruzar los dedos para que la noche sea tranquila. Es el esquema que él busca, el escenario perfecto para un crimen que jamás será considerado como tal. Y mientras, las informaciones oficiales siguen diciendo ‘causa del fuego:intencionado’, supongo que solo con el fin de saciar curiosidades.
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