Una tradición que nunca falla

Isabella Gasparini y Luca Acri, jóvenes estrellas del Royal Ballet de Londres, protagonizan ‘El Cascanueces’, el clásico de Chaikovski, que este martes exhibe Cines Van Gogh

Javier Heras
28/12/2021
 Actualizado a 28/12/2021
El cuerpo de baile del Royal Ballet para el montaje de ‘El Cascanueces’. | ROH
El cuerpo de baile del Royal Ballet para el montaje de ‘El Cascanueces’. | ROH
'El Cascanueces’ es, aparte de un clásico ineludible de la temporada navideña, un laboratorio de nuevos talentos. Su inmenso número de personajes permite poner a prueba a bailarines noveles, particularmente en las variadas danzas del segundo acto. En su revisión de 2021, el Royal Ballet de Londres da la alternativa a dos jóvenes estrellas: la brasileña Isabella Gasparini (en el rol de Clara) y el japonés de origen italiano Luca Acri (Cascanueces), ambos solistas de la compañía desde 2019. Él, finalista del Prix de Lausanne de 2010, colabora con creadores como Liam Scarlett. En contraste con esta pareja protagonista, la veteranía de la británica Yasmine Naghdi (el Hada del Azúcar) o su compatriota Christopher Saunders (Drosselmeyer), solista desde 1991. En cuanto al codiciado papel del príncipe, el cubano César Corrales, una promesa que comenzó en el musical de ‘Billy Elliot’.

La producción de Peter Wright para Covent Garden lleva representándose desde 1984 y se ha convertido en una referencia internacional. El coreógrafo inglés –primero bailarín, más tarde profesor y director asociado– ha revisado durante su carrera piezas fundamentales del repertorio como ‘Giselle’ o este título, para el cual buscó la máxima fidelidad al original. Encargó el delicado vestuario de época a Julia Trevelyan Oman (fallecida diseñadora recordada por su ‘Bohème’ de John Copley, de 1974). Los imaginativos decorados incluyen un gran árbol con adornos que cobran vida.

Este martes a las 20:00 horas, Cines Van Gogh proyecta este montaje, que conserva su encanto y poder de convocatoria. Wright (a sus ¡95 años!) todavía acude a algunas funciones y propone sugerencias. Reputado narrador, quería «que cada paso conectase con el público». La caracterización se ha ido afilando, en especial en el caso de la adolescente protagonista. Drosselmeyer, al principio siniestro y con parche en el ojo, ahora es un mago benevolente. Otro de los atractivos se sitúa en el foso, aquí a cargo del belga Koen Kessels, un especialista en danza (de ‘Romeo y Julieta’ a ‘La bella durmiente’) y responsable musical del Royal Ballet desde 2015.

Si ‘El Cascanueces’ se considera la pieza perfecta para iniciarse en el ballet, se debe a su breve duración, su música accesible (que no sencilla) y un argumento de fantasía. Adapta un cuento de hadas del poeta alemán E.T.A. Hoffmann (en quien basó Jacques Offenbach su magistral ópera), y la partitura contiene sus dos mayores virtudes: la primera, una habilidad innata para las melodías sentimentales, amplias, elegantes, espontáneas. Casi todos sus números ‘nos suenan’, omnipresentes en el cine, los dibujos animados, videojuegos o anuncios. Destaca ese inspiradísimo segundo acto, lleno de temas breves y sencillos pero inolvidables: la danza china, la ‘Trepak’, el ‘Vals de las Flores’ y el conmovedor ‘Adagio’ del ‘Pas de Deux’.

La segunda gran cualidad del genio ruso –como prueban sus sinfonías– era su virtuosismo como orquestador. En ‘El Cascanueces’ saca partido a todas las secciones (cuerda-viento-percusión), lo que resulta en una gran variedad de colores: por ejemplo, el tambor y la trompeta dan un aire «militar» a la batalla contra el rey de los ratones, y el flautín, el arpa y los violines en pizzicato imitan la nieve en varias escenas.

La fama de esta obra casi ha borrado su tortuoso comienzo: no solo se estrelló en el estreno en el Mariinski en 1892 (a los espectadores les desesperó que no hubiera bailes en condiciones hasta el acto II; a la crítica, su trama infantil), sino que su propia gestación fue accidentada. Ivan Vsevolojsky, director del Ballet de los Teatros Imperiales, contrató al compositor para un programa doble: debía componer a la vez la ópera ‘Iolanta’. A sus dificultades con el libreto se sumó la ruptura con su mecenas y la enfermedad del veterano coreógrafo Marius Petipa (‘El lago de los cisnes’), quien delegó en su ayudante, Lev Ivanov. Lo peor llegaría mientras Chaikovski viajaba de gira hacia EEUU: supo por carta de la muerte de su hermana. Sin embargo, las tragedias le servían de estímulo: si había escrito ‘Eugene Onegin’ tras un catastrófico matrimonio, aquí vio en Clara, la heroína, un paralelismo con Sasha.
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