25/01/2015
 Actualizado a 18/09/2019
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En el reparto de las tareas domésticas me ha tocado la cocina. Poca cosa, la verdad. No es que me entusiasme pero tampoco me disgusta. Y tiene una ventaja sobre algunos otros quehaceres más tediosos: nada te impide pensar mientras cocinas. En el rato largo que se tarda en hacer una tortilla de patata, da tiempo, por ejemplo, a escribir la columna semanal del periódico.

Eso fueexactamente lo que ayer hice yo enfadada como estabadesde la hora del desayuno con la visión de Cospedal afirmando tajantemente en la convención de su partido: «Tenedlo claro: hemos sido, somos y seremos implacables contra la corrupción».Mientras pelaba las patatas yo me permití tenerlo oscuro. Y recordé un curioso e interesante relato de Mark Twain titulado ‘El hombre que corrompió Hadleyburg’. En él, un forastero cruel y vengativo, ofendido por un motivo que nunca se llega a saber, desafía la fama de lugar incorruptible que caracteriza a Hadleyburg y la vanagloria orgullosa y ostentosa que sus habitantes hacen de su honestidad. La trama que urde para poner en entredicho a toda la ciudad tiene como elemento central, aunque no único, algo aparentementebanal: un talego con ciento sesenta libras en monedas de oro.

En la sartén las patatas se freían.Mientras batía los huevos no podía dejar de pensar en la frase de marras, en Bárcenas saliendo de la cárcel, en Esperanza sonriente con sus chiquilladas, en la melena de Correa, en la alcaldesa de no sé dónde, en la ministra del Jaguar, en la operación Púnica y en los griegos a punto de acudir a las urnas enfrentados a un dilema tal vez irresoluble.

Se cuajaba la tortilla. Mi bisabuelo Matías sorprendió una vez a su nieto Mino, siendo un jovenzuelo, fumando bajo un puente en Morgovejo. Lo de fumar era accesorio: había hecho novillos en la escuela. Hizo como que no veía y al llegar a casa preguntó, como quien no quería la cosa, cómo había sido la jornada escolar. El mozalbete contestaba con desparpajo hasta que el abuelo, no pudiendo soportarlo más, le agarró de una oreja diciéndole: Dime niño, ¿qué es mentir?

Se acabó la tortilla. Mentir es decir lo que no es cierto.
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