Angel Suárez 2024

Una siniestra excepción

27/05/2023
 Actualizado a 27/05/2023
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Con frecuencia nos quejamos de la deshumanización de la medicina. Al margen de la politización y burocratización de la asistencia sanitaria pública, y de la mercantilización de la privada, los avances tecnológicos permiten hoy al médico disponer de información decisiva para realizar un diagnóstico certero, y para elegir y aplicar el tratamiento adecuado, sin apenas tocar al paciente. Ello genera en muchas personas una sensación de aséptica lejanía que hace añorar a aquellos médicos de antaño, enseñados a diagnosticar en gran medida mediante el diálogo, y que daban la talla cuando se veían limitados a hacer poco más que confortar al enfermo.

Debemos agradecer los avances científicos y técnicos, pero sin olvidar que el alivio del sufrimiento requiere tener en cuenta los aspectos emocionales y hacer gala de un alto grado de empatía. Como no lo olvidan la mayoría de los médicos y profesionales sanitarios.

Existen, sin embargo, espeluznantes excepciones. Esta misma semana visité a una paciente oncológica de poco más de 70 años en la planta quinta del Hospital Princesa Sofía. A pesar de su mejoría física se encontraba deprimida. Cuando le pregunté me dijo que estaba bien, salvo porque le habían pedido que rellenara unos papeles y se ponía triste cada vez que iniciaba la tarea. Lo mismo le pasaba a su compañera de habitación. Los examiné pensando que se trataría de alguna clase de consentimiento informado, pero no. Era una encuesta sobre ‘La resiliencia en el paciente oncológico’, en la que se les pedía que contestaran preguntas como si habían perdido la ilusión, si experimentaban sensaciones de angustia o temor, si habían perdido el interés por su aspecto personal, si se sentían torpes, y otras similares. Por supuesto devolví la encuesta en blanco en el control de enfermería.

El nombre de la enfermera a la que se le ocurrió someter a semejante maltrato psicológico a los internos de toda una planta de oncología, con el fin de utilizar los resultados de la encuesta como base de su investigación, es algo que omitiré. Tampoco me molesté en averiguar quién fue el burócrata desalmado del Sacyl que lo autorizó. Sólo les deseo que cuando sean ellos los pacientes no caigan en manos de profesionales de su género.
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