Una saga legendaria de Guardia Civil

Ángel y Diego, padre e hijo, prestan servicio juntos en el destacamento de Tráfico

D.L.M.
12/12/2020
 Actualizado a 12/12/2020
Las prácticas de este viernes incluyeron operaciones del plan de viabilidad invernal en la autopista León-Asturias (AP-66). | MAURICIO PEÑA
Las prácticas de este viernes incluyeron operaciones del plan de viabilidad invernal en la autopista León-Asturias (AP-66). | MAURICIO PEÑA
Ángel Fernández Ortiz y Diego Fernández González forman durante estos días una pareja de Guardia Civil legendaria. Padre e hijo, representan la cuarta y la quinta generación de una saga familiar de servidores de la Benemérita que parece llevar la vocación en los genes. Hoy trabajan juntos como tutor y agente en prácticas, dentro del subsector de Tráfico de León. Ángel Fernández siente el «honor» de que su hijo siga sus pasos como el siguió los de su padre y Diego Fernández siente la admiración –que no se ve mermada por la confianza entre ellos– de aprender de la veteranía de su padre. Poder realizar las prácticas en León fue un aliciente para sacar una buena nota y poder elegir este destino de prácticas. Lo han conseguido y, aunque Diego tendrá que volver a Cerceda (Madrid), donde está destinado en Seguridad Ciudadana, estos días ya serán inolvidables para toda la familia. El más joven, que puede ser la sexta generación, tiene solo siete meses, pero no tardará en escuchar la «batallita» de cuando su padre, con 31 años, y su abuelo, con 58, ayudaron a cambiar una rueda, denunciaron a unos extranjeros y ejecutaron el cobro sobre el terreno durante un servicio de radar camuflado en vigilancia dinámico o habilitaron una mediana transitable y desmontable dentro del plan invernal de viabilidad en la autopista León-Asturias (AP-66). No son las «batallitas» que Diego recuerda de su abuelo cuando «setenían que comprar una bici con su propio dinero o pasaban tres días de servicio fuera de casa con poco más que la capa». Las de Ángel, con 32 años de servicio, no son menos impactantes. Tiene grabada la misión de 1985 en Bilbao, cuando pasó tres días junto a otros compañeros recorriendo el monte Oiz con las bolsas destinadas a los cuerpos de los fallecidos en un accidente de avión en el que hubo 148 víctimas mortales.

Son experiencias que ponen a prueba la vocación de servicio público por fuerte que sea. La de Ángel parece inquebrantable después de haber recorrido con sus padres nueve destinos hasta llegar a León. «En sexto curso lo hice en tres colegios de dos provincias, no podía haber salido buen estudiante», bromea Fernández que también ha pasado por Cangas de Narcea (Asturias), donde conoció a su mujer, Bilbao, La Magdalena, Astorga y, finalmente, León, donde espera pasar próximamente a un servicio de conductor.

La Guardia Civil que ha conocido Diego no es la misma que conoció su padre, del traslado en camión de pueblo en pueblo, pero las circunstancias de su generación también han puesto a prueba su vocación. Vivió hasta los 10 años en el cuartel de Astorga, donde interiorizó todo lo relacionado con la Benemérita. Cuando llegó el momento se fue a Valdemoro (Madrid) al Colegio de Guardias Jóvenes Duque de Ahumada. Sin embargo, la fuerte competencia por aprobar la oposición, que se incrementa año a año desde que estallara la crisis en 2008, postergó sus planes. Mientras trabaja en una gasolinera, preparó la oposición por libre hasta acabar aprobando con notas superiores a las de otros candidatos que contaban con más baremo por tener incluso doctorados universitarios.

Trabajar juntos al menos unos días es una de las recompensas a ese tesón. Pero hay más. Ángel también podrá guiar a Diego para experimentar una de las experiencias más bonitas para los agentes de Guardia Civil de Tráfico, trabajar en la Vuelta a España. Una recompensa que también tiene sus peligros. Ángel sufrió un duro accidente en unos de los puertos cuando iba previniendo el paso de los ciclistas. Por ello, Diego reconoce la necesidad de coger la máxima destreza posible en todas las tareas, pero especialmente con la motocicleta. «Tú eres la carrocería», explica Ángel Fernández.

Antes de poder acompañar a los ciclistas Diego deberá servir unos cuantos años. En cuanto pueda pedirá las primeras vacantes que salgan para León, ahora que ya ha completado la especialidad. Calificar el destacamento leonés de familiar para él se queda corto. No solo para él, como indica el capitán Roberto Fernández García, cuentan con un amplio historial de anécdotas familiares, ya que han llegado a trabajar hasta cinco pares de hermanos. Más allá de la filiación, la admiración hacia Ángel y Diego es patente en cada compañero, que ve en ellos los valores de la institución y del oficio propio de la especialidad de Tráfico.
Lo más leído