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Una ración de culpas

30/11/2020
 Actualizado a 30/11/2020
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Se ha hecho popular un vídeo, con sus comentarios, el debate en redes sociales y todo lo que conlleva lo que cae en gracia entre la gente –hacerse viral, se llama– donde se pone de manifiesto la decadencia de León. Como si fuera una novedad. León, como Salamanca, Soria, Ciudad Real, Orense y Cáceres, por citar algunas provincias, llevan en decadencia treinta o cuarenta años; justo desde el momento en el que empezamos a partir España en diecisiete y multiplicar exponencialmente el gasto público, a cargarnos la industria y a intentar parecernos a una Europa que muy poco se parecía a nosotros.

Después, cada vez con menos gente viviendo en la provincia y sumando por cientos los leoneses que se iban para no volver –a otras provincias con un poco de suerte y al cementerio en el peor de los casos– y contando con los dedos de una mano los que nacían, en ese momento llegaron los centros comerciales, que tampoco se parecían mucho a lo que era nuestro comercio. Y a continuación la explosión de internet y las compras electrónicas, que a veces por mucho que se intenten evitar es difícil.

Ahora, con la situación sanitaria que se nos vino encima, en lugar de mantener el escenario más o menos como estaba, el panorama se complica. Se echa la culpa a las administraciones y aunque tengan parte, no la tienen toda. La culpa de los carteles de ‘se alquila’, ‘se vende’ o ‘se traspasa’ la tienen los leoneses que hacen carrera o no pero nada más que tienen ocasión cogen el primer tren a Madrid o el avión a donde les parezca teniendo la posibilidad de vivir y trabajar aquí. Y no me diga que no hay oportunidades porque a veces hasta sobran, pero el problema es que de mi generación en adelante lo que mola es poner tierra de por medio.

Y tienen culpa los que compran sin mirar más alimentos de importación que de proximidad. O los que cobran de alquiler por un local 3.000 euros cuando lo pueden hacer por 1.000 y que el cartelito de ‘se alquila’ durara puesto dos días. O los comercios que siguen intentando vender en el 2020 como cuando hacían en 1990. O los holgazanes que prefieren vivir del cuento, que cada vez hay más. ¿Sigo? El próximo día.

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