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Una profesión herida de muerte

09/01/2015
 Actualizado a 15/09/2019
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Los mensajeros, otra vez abatidos. La brutal masacre en la redacción de la revista satírica Charlie Hebdo ha vuelto a dejar al mundo en shock. Dibujantes, periodistas, policías y todos los que se cruzaron en el camino de los dos salvajes ‘vengadores’ fueron asesinados para ¿lavar? el nombre de Alá... El humor irreverente de esta publicación dispara con tinta de colores hacia todo y todos: ni religiones, ni políticos, ni personajes públicos se libran del cachondeo más o menos afilado de un grupo de veteranos que desde 2006 se sabían en el punto de mira de los terroristas. «Teníamos miedo, sí, pero la libertad de expresión debe estar por encima de todo», decía en una entrevista ese año Philippe Lançon, uno de los dibujantes gravemente heridos el miércoles. ¿Que son bestias, crueles? «Quien se ofenda, que vaya a los juzgados», argumentaba entonces. Ahora, mientras se debate entre la vida y la muerte, quién no tiembla por lo que pueda traer el fanatismo de unos pocos...

Distancias con la barbarie francesa aparte, los informadores –reporteros, fotógrafos, dibujantes– sufren con frecuencia presiones, amenazas y censuras en el ejercicio de su profesión. Nada nuevo. A menudo, la amenaza por contar demasiado no es, claro, un kalashnikov sino otro arma letal, el paro. Por eso, es un alegrón infinito ver que frente a tantas manipulaciones, con tantos colegas apaleados con despidos dictados desde arriba, también surgen nuevos proyectos en una profesión herida de muerte. Y hay un periodista leonés promoviendo uno de los más ambiciosos, ya les contaré.
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