18/11/2020
 Actualizado a 18/11/2020
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«Un poco más allá de la iglesia». Me escribió en el mensaje para decirme donde estaban. Habían ido a jugar con el otoño y a estrenar en los charcos las botas de agua. Como me quedaba de paso, entré en la Ermita a encender una vela a San Antonio. Coincidió el Evangelio de la parábola de los talentos. El señor se iba y «les dejó a cargo de sus bienes». A uno le dio cinco, a otro dos y a un tercero uno. El de cinco y el de dos tuvieron la iniciativa de trabajar con lo que les había confiado y doblaron el depósito. El último, por miedo, lo enterró. Cuando regresó el señor, felicitó a los dos emprendedores, pero apartó de su vista a quien le devolvió lo que le había prestado, llamándole negligente y holgazán.

Los hay que ven en esta parábola la carta de naturaleza del capitalismo, otros encuentran en ella la sanción de uno de los lemas más caros al comunismo, exigir a cada uno según sus posibilidades, pero un poco más acá de iglesias e ideologías, personalmente, a mí me sugiere una actitud ante la vida y en la vida. Actitud, no aptitud. La de Luís Aragonés para cambiar la historia del fútbol español: ganar, ganar y ganar y volver a ganar. La de Rubén Darío, avisando del desafío de la empresa: Amar, amar, amar, amar siempre, con todo el ser y con la tierra y con el cielo, con lo claro del sol y lo oscuro del lodo.

No se trata de multiplicar ni de ganar, tampoco de rendir cuentas, sino de no engañar ni engañarnos. Se trata de una manera de ser, la que quiere todo lo posible, la que se desarrolla y crece. La única que verdaderamente merece llamarse ser, ser de verdad. La que pone todo para ser todo, llevando hasta el extremo los límites de nuestro propio ser, hasta que no podamos estirarnos más, hasta que no alcancen más los dedos de las manos, las puntas de los dedos, de puntillas los pies y toquemos lo máximo que alcancemos y ocupemos todo lo que somos. Ni exigirnos más, ni conformarnos con menos. El resto es vivir a medias, habitaciones vacías, libros sin leer, herramientas que no sabes para lo que sirven. Y esto, ser a medias, no sé si realmente es ser.

Y sólo hay una manera de ser sin desperdicio: con esfuerzo. Vivir es esforzarse. El esfuerzo es lo único que es nuestro. Lo malo de pasar de curso con suspensos es el riesgo de perderlo, de creerlo ajeno.

Y la semana que viene, hablaremos de León.
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