19/05/2020
 Actualizado a 19/05/2020
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Después del ataque frontal de este virus que tiene nombre de mascota olímpica no todo será igual en esta sociedad.

El ‘enclaustramiento’ ha hecho que los ciudadanos reflexionen aspectos que de otra forma los magnates del pensamiento único no lo hubieran hecho posible.

Cierto que, después de las primeras acertadas manifestaciones de aplausos hacia los ‘soldados’ de trinchera que lo han pagado con bajas que no tenían que haberse producido, ahora toca acordarse de los compatriotas y familiares que han sufrido el ataque de este minúsculo yihadista.

Desde luego que ocurren muchas cosas que era insólito pensar cuando tomábamos las doce uvas en las pasadas navidades.

Algo llama a la puerta del ser humano actualmente y aquel que se comporte como un simplista desorejado sufrirá las consecuencias.

Los síntomas son evidentes, y de momento positivos, con excepción de las consecuencias económicas en una sociedad excesivamente balanceada hacia el consumo gigantesco.

Los mares y océanos, los ríos y lagos aclaran sus oscuras aguas y los delfines nadan y se solazan en Venecia cuyas aguas lucen cristalinas.

Los bosques retoman la tranquilidad de su espacio y dejan de soportar los ruidos, basuras y agresiones de aquellos que sólo disparan las cámaras para despeñarse con sus ‘autofotos’ o en las reuniones de amiguetes para disfrutar de sus egos.

Los cielos parecen respirar y ofrecernos un aspecto transparente y sereno con matices nunca vistos porque las chimeneas han parado y han dejado de ensuciar.

Se oyen los trinos de los pájaros en las ciudades que también agradecen que los noctámbulos y alborotadores de la paz ciudadana en forma de botellón se hayan tomado sus vacaciones.

Las playas y joyas de la naturaleza pueden exhibir su belleza sin tanto ‘paleto orográfico’ que abunda en el planeta.

Si el ‘encierro’ no ha servido para darse cuenta que debemos cambiar las conductas a todos los niveles seguro que seguirá enviando la naturaleza mensajes cada vez más contundentes.

Las acciones del ser humano sobre el hábitat deben ser racionales y sensatas. No se puede mantener este modo de producción desaforada y consumista.

Se ha demostrado que no es suficiente tener sistemas de atención al ciudadano sólo para sacar pecho, no. Debemos estar preparados para hechos excepcionales y no dejar a un lado sectores de la sociedad porque después vendrá la conciencia y lamentación.

La sociedad debe tener mecanismos de compensación y corrección adecuados y tener como medida algo que se ha olvidado: el comportamiento cívico y los valores humanos.

Los excesos en las ganancias, las presiones de los poderosos que no saben qué hacer con el dinero, los pescadores del río revuelto, los parásitos mentales que emponzoñan al ciudadano con doctrinas totalitarias deben ser apartados y promocionar la investigación, la educación y el emprendimiento sensato.

Todos los que no luchen por estar al servicio de los demás deben abandonar la política que sólo será eficaz si los mejores están en sus puestos un tiempo prudencial para prestar sus ideas en beneficio del bien común y después volver a ‘su trabajo’.

Por último, el ser humano debe abrazar la comprensión y el diálogo, el respeto por las creencias, la aportación sin réditos y ambiciones y abandonar el sectarismo, las capillitas y las soluciones basadas en la dependencia de los demás sin ofrecer nada a cambio.

No es nada nuevo desde luego, pero esta es la base de una era que debe afrontar el reto tecnológico que se vislumbra y que si seguimos errando los objetivos y el rumbo no será un virus traidor el que actúe, sino una hecatombre de proporciones bíblicas.

Así que después del ‘encierro’ a colaborar, trabajar y saber qué es lo que hacemos con nuestras formas de organización colocando en el puesto de mando a personas aptas para el pilotaje de una nave que se va a proyectar hacia metas insólitas.
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