Una noche en recuerdo de Hvorostovsky

El gran barítono ruso, fallecido hace un año, protagonizó un inolvidable concierto desde la Plaza Roja junto a Anna Netrebko. Los cines Van Gogh lo exhiben este jueves.

Javier Heras
22/11/2018
 Actualizado a 17/09/2019
El barítino ruso Dmitri Hvorostovsky durante su actuación en la Plaza Roja de Moscú.
El barítino ruso Dmitri Hvorostovsky durante su actuación en la Plaza Roja de Moscú.
Existen muchas voces hermosas, pero ninguna como la de Dmitri». Así elogiaba la soprano Renée Fleming al barítono siberiano (1962, Krasnoyarsk), el mejor y más carismático de su generación. Estrella del Metropolitan, París, La Scala o Viena, suma de lirismo italiano y melancolía rusa, falleció a los 55 años en Londres el 22 de noviembre de 2017, después de dos años y medio luchando contra un tumor cerebral.

Coincidiendo con el aniversario, este jueves a las 20:00 horas, los cines Van Gogh retransmite este recital desde Moscú, junto a la soprano Anna Netrebko; tuvo lugar en 2013, pero era necesario recuperarlo para rendir homenaje a una figura destacada del último medio siglo. El majestuoso Dmitri Hvorostovsky se dio a conocer en 1989 al obtener el premio BBC Cardiff Singer of the World. Su musicalidad y su potencia vocal lo llevaron a los mejores escenarios, pero también su carisma, su mítica cabellera plateada y, cómo no, su presencia. La revista People llegó a incluirlo en su lista de los 50 hombres más atractivos del mundo.

La imponente Plaza Roja de Moscú ya le era familiar: en 2004 se convirtió en el primer cantante clásico en ofrecer un concierto como solista desde ese lugar histórico (donde ese mismo verano Paul McCartney grabó un DVD en directo). El director de aquella ocasión, Constantine Orbelian, repitió en 2013 junto a Hvorostovsky y a su compatriota Netrebko, que deleitaron a más de 7.000 espectadores. Lo registraron 18 cámaras en alta definición, con realización de Frank Hof.

Ninguna soprano actual se puede comparar a la rusa, nacida en 1971 en Krasnodar. Lo tiene todo: talento vocal, dotes actorales, atractivo físico, versatilidad, instinto, glamour y -no menos importante- tirón mediático. El público adora su pasado de cenicienta (la descubrió Valery Gergiev cuando fregaba suelos en el Teatro Mariinsky para costearse sus estudios de canto), la prensa rosa se frota las manos con su vida sentimental (dejó a su marido, el barítono uruguayo Erwin Schrott, por el tenor Yusif Eyvazov), y la crítica especializada la tiene en un pedestal desde que en 2005 puso en pie Salzburgo con una ya legendaria ‘Traviata’. Ella, pese a su carácter extravagante –del que dan prueba sus redes sociales– ha sabido madurar, elegir los papeles, cuidar su privilegiado instrumento, adaptarse a los cambios lógicos que conllevan la edad y la maternidad.

La velada comienza con un amplio homenaje a Verdi por su 200 aniversario. Hasta el descanso, todo son piezas del compositor de Busseto, con especial atención a ‘Don Carlo’. Hvorostovsky sale a escena con la conmovedora despedida de un Marqués de Posa agonizante, mientras que Netrebko se mete en la piel de la desgraciada reina Isabel. Siguen varios momentos de ‘Il trovatore’, incluido el celebérrimo coro de los gitanos en la fragua, la desgarradora ‘Tacea la notte’, de Leonora, y el dúo de ésta con el conde de Luna.

Tras el intermedio, llega el turno del verismo de Giordano, Puccini o Cilea. La fuerza de la nueva Netrebko impresiona en ‘La mamma morta’, imborrable aria de Andrea Chénier (que algunos recordarán de la película ‘Philadelphia’). Por su parte, el barítono volvía a demostrar sentido melódico y elegancia, primero en el siniestro monólogo interior de Scarpia en Tosca, después en la impresionante ‘Cortigiani’, de Rigoletto, en la que el bufón desprecia a los nobles por su crueldad. Esa pieza sería la última que Hvorostovsky cantaría en público antes de morir, en una aparición sorpresa en la gala del 50 aniversario del MET neoyorquino en mayo de 2017.

‘Eugene Onegin’, obra maestra de Chaikovski, merece un capítulo propio: los dos protagonistas la habían interpretado en Viena pocos meses atrás, y dieron lo mejor de sí mismos en el sobrecogedor encuentro final entre el mujeriego Onegin y la despechada Tatyana. Por último, regalaron al público varias piezas folclóricas en su lengua natal. El barítono, defensor desde sus comienzos de la música tradicional de su país, había recibido la condecoración de Artista del pueblo ruso. Hasta siempre, Dmitri.
Archivado en
Lo más leído