oscar-m.-prieto-3.jpg

Una niña que canta

09/05/2018
 Actualizado a 16/09/2019
Guardar
Un escenario. Sobre él, están dispuestos y ordenados en escalera, a diferentes alturas, varias filas de niñas y niños, de edades entre los seis y los ocho años. Es un coro infantil. En el escalón más alto, un adulto con barbas toca la guitarra y canta una canción. Los niños le siguen educadamente. En sus rostros se ve la concentración. Han ensayado mucho y ninguno quiere cometer ningún error. Todos van bien peinados y vestidos sin equivocación ni desorden en los botones. Sus padres les han puesto guapos para la ocasión. Apenas se mueven al son de los acordes, tan sólo un pequeño balanceo, la punta del pie que marca el compás y las manos que, al final de los brazos debidamente pegados a sus cuerpos, como último instinto musical, se resisten a quedarse quietas. Sus familias han ido esa tarde al colegio para verlos y tienen que hacerlo bien, tal y como les han dicho que lo hagan en los ensayos.

Todos, menos una niña, en el segundo peldaño comenzando por abajo, en el extremo. Una niña de melena rubia y con gafas de niña. La puedo imaginar antes de salir de casa, eligiendo ella misma el vestido que quería llevar, sin dejar a su mamá que eligiera por ella. Va vestida de rosa, un poco estrafalaria. La cámara que está grabando la actuación se centra en ella. Es la única niña que baila: el baile del robot, palmadas en las piernas, pequeños saltitos, los puños cerrados de emoción cuando llega el estribillo. Es la única niña que canta de verdad, haciendo suya la canción. Los demás repiten, sin sentir. Algunos la miran de reojo, porque no era eso lo que habían ensayado. Otros, sin embargo, están tentados de imitarla. También quieren bailar y cantar como ella. Pero sólo ella se atreve, sólo ella disfruta.

Emociona ver a esta niña discordante, la voz fuera del coro, que Bertrand Russel pedía a los jóvenes que fueran. Emociona esta niña, cuya libertad no ha sido todavía domeñada por la repetición de ensayos, que no teme a las risas de los otros, que viste, canta y baila come le da la gana. Es toda una lección. Como la de Walt Whitman: «No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte, que es casi un deber. No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario».

Y la semana que viene, hablaremos de León.
Lo más leído