Una navaja, tiempo y arte

10/10/2018
 Actualizado a 13/09/2019
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Son muchos los paisanos que llevan verdaderas obras de arte abrazadas con sus manos, en el remate de sus cachas...

Son muchas horas sentados al sol en la piedra del corral en aquellos días de veranillo de San Martín o de ese otro que llaman el sol de los poetas, en febrero, recordando que fueron esos cielos azules y los soles de la infancia los que se llevaron a Machado.

Son muchas horas en los montes mirando para las vacas que pacen tranquilas, para las ovejas que vigilan los mastines con la ayuda de unos careas que sólo esperan una orden para ponerlo todo en orden... mientras él sigue las evoluciones en la distancia.

Son muchas tardes de invierno, viendo caer a la luz de las farolas los ‘falampos’ de la nieve que no parecen llegar al suelo.

Son vidas sin prisas y una navaja en el bolsillo, siempre bien afilada en alguna piedra, pues como dice El Lugareño «un paisano sin navaja y un guaje sin mocos, ni son paisano ni guaje».

Le sumas la paciencia y el arte que esconden y nacen esas figuras que la familia enseña a las visitas y que el paisano saca orgulloso en días especiales, como puede ser por San Froilán pues si la ciudad se llena de artesanos parece que le están invitando a lucir su trabajada cacha.

Y camina orgulloso de la obra que abraza con su mano.
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