Una marcha más

A veces tenemos la sensación en esta tierra nuestra que las cosas van a un ritmo propio de un dos caballos. Y puede que se trate solo de un contraste de percepciones. Tal vez la urgencia que exige la situación de decaimiento económico nos provoque tal nivel de ansiedad que todo nos parezca anormalmente lento y premioso. Vemos pasar los días y las semanas y no hay indicios de que salgamos de la etapa de los anuncios y las promesas y así el motor de nuestro vehículo ruge revolucionado mientras avanzamos por la carretera apenas con la segunda metida en el cambio de marchas.

Y metemos la tercera y el motor se desahoga. Ahora vibra más de forma más estable, con un sonido más limpio, mientras nuestro coche coge velocidad y apunta a nuevas velocidades con necesidad de desarrollos más largos y sostenidos.

Sería injusto olvidar la importancia de aquellas primeras marchas, en las que lo importante era la fuerza, más que la velocidad. Han sido imprescindibles para que nuestro vehículo dejara su posición de parada y comenzara a circular por la estrecha y sinuosa carretera que sin duda un día embocará en una gran autopista. Pero las hemos de dejar ya atrás en la memoria. Enseguida habrá que meter la cuarta, y luego la quinta y pronto comprobaremos si estábamos montados en un dos caballos o en moderno vehículo de seis o siete velocidades.

Es en este momento cuando se probará las verdaderas prestaciones de este movimiento reivindicativo que está naciendo en León. Será el momento de saber si los leoneses y leonesas han cambiado ya, por fin, su habitual estado de resignación y han decidido no solo construir una nueva actitud colectiva de reivindicación, sino también de protagonismo en las siguientes etapas de la Historia de España. Yo soy de los que creo que somos imprescindibles, no porque seamos mejores que nadie, que no lo somos, sino fundamentalmente porque podemos ser útiles. Podemos aportar equilibrio, cohesión y sentido de la solidaridad, entrenado pacientemente durante décadas.