13/10/2015
 Actualizado a 08/09/2019
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Escribo estas líneas el día doce de octubre, fiesta nacional. Al comprobar cómo algunos que viven de la política y en virtud de la Constitución Española no han querido participar de dicha celebración e incluso se permiten insultar al resto de los españoles, me vino a la memoria aquella frase de «una, grande y libre». Dudando sobre su origen, consulté en Google y encontré la respuesta. Algunos, desde su ignorancia, se la atribuyen al franquismo, pero ya en septiembre de 1932 Don Manuel Azaña manifestó en un discurso su deseo de una España grande y libre. Independientemente de quien sea el padre o la madre de este lema, parece obvio que cualquier nación del mundo podría asumirlo sin complejos. ¿Acaso los franceses no desean una Francia unida, grande y libre?

Cualquier persona o nación tiene el riesgo y la tentación de creerse el ombligo del mundo, sin embargo no sería nada presuntuoso que España pudiera arrogarse este papel. Cuando uno mira el Mapamundi se da cuenta de que España ocupa geográficamente un lugar central, entre Oriente y Occidente, entre el Norte y el Sur. A España le ha correspondido el honor de una de las hazañas más grandes de la historia de la humanidad, como es el descubrimiento de América. Ya quisieran otras muchas naciones poder presumir de lo mismo o de que su idioma fuera uno de los más hablados y extendidos del mundo, en constante crecimiento.

Desde su ignorancia también algunos hablan de genocidio. ¿Añoran tal vez que en América se siguieran realizando prácticas tan crueles como los sacrificios humanos a sus dioses? Es verdad que algunos países americanos hoy están pasando graves crisis, pero han sido ejemplo de bienestar y democracia. Recordemos cuántos de nuestros antepasados, tíos, abuelos, vecinos, cruzaron el Atlántico en busca de un futuro mejor, y con éxito. A diferencia de otros pueblos que nunca mezclaron su sangre con los nuevos pueblos descubiertos, no ocurrió lo mismo con España en América.

Si hubiera que escoger entre la España rota y dividida, raquítica y esclava de ideologías populistas y la España «una, grande y libre», preferimos quedarnos con ésta.
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