El entrañable Mauri, el hombre inasequible al desaliento y que siempre cree que detrás de cada amanecer está la foto esperada, está hoy con gusanillo pues sabe que es protagonista, lo contrario de su esencia y de lo que lleva escrito en su ADNde hombre escondido detrás de un objetivo.
Buscaba dejar una foto que le hiciera merecedor de desembarcar en la capital de las españas con otras muchas. Quería que fuera suya sin necesidad de su firma, que fuera de Mauri sin necesidad del careto que lo explica, buscaba ser Mauri.
Y lo es, porque en la imagen están muchas cosas suyas. El gusto por las manos. Al regreso de cualquier reportaje te enseña mil fotos y siempre hay una de las manos del protagonista, muchas veces no la publica porque no hay espacio, pero siempre se detiene cuando llega a ella:«Mira qué manos».
Míralas. Otras de esas manos que llevan escrita la vida de su dueña, en las que las venas llenas de sangre son la tinta con la que las cuenta.
Están los vestidos, los faldones, las panderetas... porque él sabe que todos cuentan historias, porque él sabe que quienes los llevan siempre son los anónimos pero los realmente importantes, de los que se acuerdan quienes fueron al corte de la cinta por más que los hayan colocado en una esquina...
Porque siempre le gusta estar con la gente.
No hay duda, es de Mauri la foto. Pero no necesitabas buscar una imagen especial pues nadie dudaba que es Madrid quien se enriquece con las historias que les cuentas con tus fotos, con su calidad.
Aunque la verdad es que no se trata de una fotografía especial. El especial es quien la hace.
En Madrid o en Taranilla.
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