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Una edícula con sabor coyantino

José Luis Gavilanes Laso
15/07/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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Como un socio más de Promonumenta, el fin de semana pasada hice de guía en la visita de la Asociación a la región de Leiría, fijando principal interés en los esplendorosos monasterios de Batalha y Alcobaça. En este último, la ceremonia de una boda ‘in situ’ me frustró describir las tallas del magnífico túmulo marmóreo con los restos de D. Pedro I, el Justiciero. Restaurado tras el saqueo de las hordas napoleónicas, se halla situado en el crucero frente al otro túmulo no menos suntuoso y expoliado de su infortunada consorte Inés de Castro. En una de sus edículas o capillitas laterales se hallan representados, según la tradición, Pedro e Inés junto a sus hijos, los infantes Beatriz, Dinis y Juan. Históricos, legendarios y con rendimiento literario y cinematográfico son los amores entre Pedro y la hermosa gallega Inés de Castro, ‘cuello de garza’, dama de compañía en la boda del rey luso con Constanza de Castilla. A la muerte de ésta, por motivos de Estado que supuestamente ponían en peligro la soberanía de Portugal, el rey Afonso IV consintió el asesinato de Inés en Coimbra (Quinta de las Lágrimas) en ausencia de su hijo y heredero Pedro, quien, una vez coronado, ejecutó a los asesinos y mando exhumar el cadáver de Inés para hacerla «reinar después de morir».

El infante Juan, primogénito de Pedro e Inés, fue aspirante a la corona portuguesa vacante tras el fallecimiento de su hermanastro Fernando I, muerto sin descendencia varonil. Con anterioridad a esa crisis dinástica, entre 1383 y 1385, el infante Juan se había casado y asesinado a María, hermana de la reina viuda Leonor, uxoricidio supuestamente por celos. Perseguido por los familiares de su esposa, el infante huyó a Castilla encontrando refugio en la localidad salmantina de San Felices de los Gallegos, en casa de su hermana Beatriz, casada con un hijo de Alfonso XI,

Receloso del infante Juan, el soberano de Castilla Juan I –también pretendiente al trono vacante al estar casado con Beatriz, única hija del difunto Fernando I– le puso entre rejas; según unos en el Alcázar de Toledo, para otros en el castillo de Almonacid. Al proclamarse por decisión popular un maestre de la Orden de Avis, otro hermanastro del infante Juan, como João I rey de Portugal, y tras la que resultaría fatídica para sus intereses batalla de Aljubarrota (14 de agosto 1385), el rey castellano liberó al infante dándole en matrimonio a su hermana Constanza, hija ilegítima de Enrique de Trastámara. Malogrado el intento de coronarse rey de Portugal, Juan I de Castilla, merced a los servicios prestados en la guerra defensiva que, tras la paliza de Aljubarrota, sostiene contra las invasoras tropas luso-anglosajonas, nombra al infante regente de sus aún dominios portugueses, creando para él el ducado de Valencia de Campos o de León.A partir de ahí, la antigua localidad de Coyanza pasará a denominarse a todos los efectos Valencia de Don Juan. En 1391 el infante Juan participará en el traslado a Toledo de los restos mortales de su tocayo y benefactor Juan I de Castilla.

Como todos los hijos de Pedro I e Inés de Castro, el infante Juan recibió sepultura fuera de Portugal, yendo a reposar sus restos en el convento salmantino de San Esteban, de la Orden de Predicadores, a orillas del río Tormes. Posiblemente fue la riada de la noche de San Policarpo (el 26 y 27 de enero de 1626), que arrasó la parte baja del convento y de Salamanca, la que no dejó ni rastro de su sepultura.
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