06/02/2023
 Actualizado a 06/02/2023
Guardar
El globo chino que Estados Unidos acaba de derribar sobre el océano (en principio parecía que no iba a hacerlo, pero en realidad buscaba el momento adecuado) explica muy bien el momento histórico que vivimos. En tiempos de gran sofisticación tecnológica, donde el espionaje más propio de la Guerra Fría parecía sustituido por la profundidad cibernética y otras herramientas modernísimas, de pronto este globo recortado sobre el cielo azul de Montana, y de otros lugares de Norteamérica, parece combinar a la perfección la sensación de incertidumbre con la sensación de perplejidad. Este es un mundo extraño y peligroso, sin duda, pero también bastante naíf, a ratos casi inconcebible, donde suceden cosas que ya no esperaríamos en tiempos tan complejos, cosas que, sin embargo, pueden soliviantar, apenas con un pantallazo, a todo el planeta.

No es que el espionaje sea algo de otro tiempo. Ni mucho menos. El gusto que la literatura y el cine han mostrado por él (en realidad, porque muchos espías han escrito sus historias, o las han recreado), parece anclarse en el siglo XX, pero es obvio que los nuevos tiempos han desarrollado nuevas y fascinantes formas de espionaje, no tanto con el glamur que nos mostraban aquellas películas que tanto hemos amado, sino con el silencio de las salas de computación. Con el mundo alterado, polarizado, sometido de pronto a la tensión de las áreas de influencia, el espionaje vuelve quizás a su edad de oro.

Por eso ha descolocado a muchos el globo chino sobre Estados Unidos (en realidad parece que había otro sobre algún lugar de Latinoamérica). Porque parece una elección antigua, con su toque retro, algo demasiado evidente a pesar de la altura a la que volaba (fue localizado con bastante rapidez), algo que quizás suceda más de lo que creemos en unos u otros lugares, quién sabe, pero que en cualquier caso provocó estupor y, eso sí, una gran atención en todas las pantallas. Vivimos tiempos de gran pantalleo, y el globo ayudaba, su nitidez en el azul, su vuelo limpio: más obvio y más visible que todo lo que sucede en el universo cibernético. De pronto nos sorprendimos con una estrategia que casi era del cine de otro tiempo, que resultaba chocante, para algunos periódicos norteamericanos, como el ‘Post’, literalmente “una torpeza”, pero, para otros, nada más que un simple guiño internacional, una provocación pasajera. Espiara o no (Estados Unidos dice que sin duda espiaba, pero los chinos insisten en que se trata de una sonda meteorológica), el caso es que el elemento estaba allí, colgado del cielo de los USA, viajando durante días sobre el país, y eso ya era demasiado por sí mismo. Y luego está su valor como símbolo, aún mayor. La conclusión inmediata no es sólo que todos se miran con detalle, especialmente las grandes potencias entre sí (ninguna novedad, claro), sino que el mundo es un lugar abierto donde suceden cosas, y no todas controlables, como quizás algunos creen con la puerilidad tan propia de este tiempo.

Así que el globo ha sido capaz de desatar una crisis global. Nunca mejor dicho. Una crisis sobre las crisis ya existentes, que no son pocas, y que han llevado a más de un analista a afirmar con rotundidad que la verdadera competencia mundial a todos los efectos es sólo entre Estados Unidos y China, y así será en el futuro, dejando a Rusia fuera del vector del dominio global. El asunto ruso permanece notablemente enquistado, como se sabe, pero la decisión de enviar tanques Leopard 2 a Ucrania ha provocado la primera crisis en la Unión, al menos los primeros desacuerdos, como ya hemos explicado aquí. El asunto parece que ha sido solventado, no sin dificultades, lo que demuestra que la tensión de la guerra en Ucrania afecta a las políticas de la Unión Europea y a su papel en el mundo, que ha ganado fuerza, especialmente como garante de la defensa de la democracia, pero que también implica la toma de decisiones a veces difíciles y la búsqueda de consensos. Europa, unida pero dispar, crece en influencia internacional y mantiene un papel de relevancia en el conflicto, pero eso implica una sofisticación política y diplomática, y, para muchos, una defensa común a corto plazo. A mayor influencia global, mucha más necesidad de ser fuerte.

Biden parece apostar a medio y no tan largo plazo por la región del Indo-Pacífico, y ve en China, sin duda, un interlocutor complejo. Cree que Rusia saldrá perjudicada de la aventura ucrania, al menos para la gran competencia del orden global, pero todo eso es aún un enigma. Nada se sabrá hasta que se vea la evolución de la guerra, el tamaño del desgaste militar, las transformaciones sociales o políticas que puedan producirse con el tiempo. Pero China parece una realidad mucho más contundente, aunque limitada recientemente por los asuntos del covid, por las presiones inflacionistas y lo que se considera una desaceleración de la economía. Al tratarse de un gigante, de un gigante imprescindible también para el desarrollo occidental, es obvio que el oleaje global va a notarse.

China, en palabras de sus líderes, considera que el diálogo entre potencias es necesario para mantener la seguridad y la estabilidad. Parece algo innegable, pero para eso hay que establecer unos parámetros de confianza mutua que no viven, por lo que se ve, el mejor momento. Ha germinado una peligrosa desconfianza. El globo sobre Estados Unidos, a pesar de que no pase para algunos de una anécdota, de una torpeza inaudita o de una provocación, sea lo que sea, va a causar un impacto negativo. Antony Blinken, secretario de estado, ha cancelado la inminente visita a Pekín a causa del incidente. Nadie debería desear un enfriamiento de las relaciones entre Washington y Pekín. Pero tal vez alguien quiera marcar el territorio, o demostrar la fuerza, o hacerse notar, siguiera con pequeños detalles. Tensar las relaciones implica también tener más posibilidades en cualquier negociación, pero el mundo espera resultados, porque hay mucho en juego. Y no sólo en la economía.

Todavía flota en el ambiente la sorpresa y la alarma. La alarma que genera que este globo pueda poner en peligro un diálogo necesario. Hay demasiadas crisis en curso como para que el globo desate una crisis global. Otra más. Como se ve, todo esto refleja un equilibrio precario, una gran fragilidad. Estados Unidos ha reforzado su papel en Filipinas y en la India, a la búsqueda de más influencia en la zona, en lo que se incluye a Australia. Lo mejor es que el globo se disipe, que tampoco se aproveche en la dividida política norteamericana, que no contribuya, en suma, a tensar más la cuerda global.
Lo más leído