Una ‘Aida’ contra la guerra nuclear

El director canadiense Robert Carsen sitúa la ópera de Verdi en un país totalitario actual y lanza una crítica al militarismo. Cines Van Gogh acoge este miércoles la retransmisión en directo desde Londres

L.N.C.
12/10/2022
 Actualizado a 12/10/2022
Los decorados, inmensos y grises, evocan un búnker donde no penetra la luz solar. | TRISTRAM KENTON
Los decorados, inmensos y grises, evocan un búnker donde no penetra la luz solar. | TRISTRAM KENTON
Ni pirámides, ni palmeras, ni animales exóticos. Los elementos que suelen asociarse a ‘Aida’ brillan por su ausencia en la nueva producción de Robert Carsen para la Royal Opera House. El prestigioso director canadiense (1955) sitúa la acción en el presente, en un estado totalitario y ficticio (mezcla rasgos de China, Rusia o Corea del Norte). Los decorados, inmensos y grises, evocan un búnker donde no penetra la luz solar. El vestuario, de camuflaje militar, encaja en una dictadura que silencia las libertades individuales y oprime al país vecino. Este miércoles a las 19:45 horas, Cines Van Gogh retransmite en directo desde Londres la tragedia egipcia de Giuseppe Verdi, de 1871.

Es sorprendente que uno de los títulos más queridos de todo el repertorio ponga tan difícil la tarea de llevarlo a escena. Si respetar la ambientación histórica puede resultar caduco, actualizarla implica un riesgo: que pierda encanto, incluso que se desvirtúe. Pero Carsen asume el reto con valentía. Sabe que en el camino renuncia a cierto espectáculo, aunque a cambio gana profundidad. ¿Un ejemplo? La famosa marcha triunfal del segundo acto. En vez de un pasaje de ballet, aquí un grupo de soldados traslada los ataúdes de sus camaradas muertos en combate. La estampa, con las banderas cubriendo los féretros, lanza una crítica al belicismo de EEUU. Poco después, coincidiendo con la fanfarria de Verdi, las proyecciones de vídeo muestran imágenes reales de violencia en conflictos de hoy en día. Tanques y explosiones como macabros fuegos artificiales.

Este enfoque político funciona porque entronca con un tema fundamental del libreto de Camille du Locle: la crueldad de la guerra. Nacida de la intolerancia de los poderosos, provoca un impacto terrible en la vida de las personas anónimas, algo de triste actualidad. «El teatro no es un museo», escribe el director en el programa de mano. «Uno de nuestros trabajos es redescubrir el impacto que provocó la ópera cuando se estrenó, y compartirlo con el público actual como si nunca la hubieran visto ni oído». La audacia siempre ha caracterizado su carrera, como se recordará de sus elegantes versiones de ‘Los cuentos de Hoffmann’ o ‘Mefistófeles’.

‘Aida’ es la primera nueva producción de la temporada 22-23 de la Royal Opera House. La compañía pone el listón muy alto en todos los apartados, empezando por el elenco. En el rol principal de la princesa etíope, la soprano rusa Elena Stikhina (1986), perfecta en su fraseo, control y delicadeza, que ya demostró en Salzburgo el pasado verano. Junto a ella, el barítono francés Ludovic Tézier (1968) como su padre, el rey Amonasro, y la mezzo polaca Agnieszka Rehlis (1971), de timbre oscuro y don dramático, en la piel de Amneris, hija del faraón y rival de Aida por el amor del general Radamès. Pero la estrella de la función canta un papel secundario: Ramfis, el sumo sacerdote. Soloman Howard, bajo estadounidense que debuta en Londres, apabulla con su presencia escénica, su carisma y un torrente vocal rico y expresivo.

Al frente de la orquesta, un viejo conocido como Antonio Pappano (1959), quien comienza su penúltima temporada como titular de Covent Garden, cargo que ocupa desde hace 19 años. En 2024 relevará a Simon Rattle como responsable de la London Symphony Orchestra. Especialista en la tradición italiana, vuelve a impresionar por su manejo del tempo y las dinámicas, su atención precisa a las distintas secciones y su riqueza de color.

La antepenúltima ópera del genio de Busseto (1813-1901) mantiene su capacidad de asombrar a los expertos y de atraer a los neófitos gracias a su acción rápida, emocionante y concisa, y a su exuberante partitura. Contiene escenas colectivas, pasajes íntimos, melodías amplias y elegantes, y una instrumentación más refinada que nunca. La obra nació por encargo oficial del virrey Ismail Pachá para conmemorar el canal de Suez. Verdi, al principio reacio, probablemente aceptó no tanto por los astronómicos honorarios (150.000 francos) como por el jugoso argumento que le presentó Du Locle. En él regresó a los dilemas y pasiones humanas que tanto le atraían: los abusos del clero, el honor y el deber, el conflicto entre el amor y la patria.
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