11/05/2019
 Actualizado a 18/09/2019
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El pasado jueves mi emisora celebró, como cada año, la final del concurso de redacciones con motivo del Día de la Madre.

Un día muy entrañable, cargado de emociones, lloros y sobre todo muchos nervios. Donde padres, niños, abuelos y algún que otro tío, se acercaron al aula cultural de El Corte Inglés para ver como sus familiares más pequeños declamaban lo mucho que quieren y adoran a sus madres.

Una acción bonita, sencilla que no tenía más sentido que hacer un gesto especial, alejado de feminismos mal entendidos y pamplinas que terminan por aburrir al personal.

Que haya colegios que no colaboren con una actividad sencilla, que no tiene maldad ni trasfondo alguno, puedo llegar a entenderlo, porque están en todo su derecho; pero cuando alegan orgullosos que hay familias monoparentales (que siempre las hubo), que el modelo de familia ha cambiado, o que el Día de la Madre es una fiesta rancia y pasada de moda, te da mucho que pensar.

No celebrar una pastorada en Navidad, sustituyéndola por un ‘playback’ de Michael Jackson, renunciar a un árbol de Navidad, negarle a las vacaciones de Semana Santa hasta su nombre, o suprimir el típico regalo del día del padre o de la madre, para no ofender, acaba ofendiendo.

Si exigimos y defendemos la libre elección, pues al menos que haya o exista opción de escoger. Pero no, todo va enfocado a prohibir, y lo que es aún más grave, todo va encaminado hacia el mismo lado, aquel que dictan los guardianes de la pedagogía vanguardista.

¿Por qué no se debe poner un árbol en Navidad? ¿Quién decide cuál es la libertad? ¿Quién escoge la política de lo que sí debe hacerse y lo que no?

Entender y respetar la familia, inculcar a tu hijos ciertos valores y tradiciones, o pensar que existe otra educación más adecuada no tiene por que ser una rémora. La moda es atacar lo tradicional, ese es el camino fácil, y algunas políticas van dirigidas hacia su exterminio.

La libertad es una gran mentira. Cuando se decide no celebrar el día de la madre, estoy convencido que no se hace por no ofender, sino por practicar aquello «de cogérsela con papel de fumar».

Pues oigan, ser convencional no sienta tan mal, muchos somos felices así. Yo me ilusiono yendo con Dimas a ver la cabalgata de los Reyes Magos, y aún más recibiendo la manualidad de turno el Día del Padre, pero lo que más me gusta de todo es que me diga que no le gustan los papones y que no saldrá en procesión. Suerte la suya que puede elegir, otros no.
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