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Un verano feliz

04/08/2022
 Actualizado a 04/08/2022
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Hablar de crisis en agosto es como intentar vender ventiladores con descuento en plena cuesta de enero. El debate público sobre el ahorro energético y la recesión nos pilla en bañador fluorescente, en la habitación de hoteles con concierto de aparatos de aire condicionado en la fachada, con las piscinas rebosantes de agua turquesa y haciendo cola para coger aviones de esos que contaminan demasiado. España, país de vacaciones, no está capacitada en agosto para hablar de septiembre. Ha sido así siempre. El verano es un oasis de despilfarro que nos hace inmensamente felices, tres meses que suavizan los años con sus días lentos y noches eternas. Su idealización como época del disfrute constante que es pecado desaprovechar nos lanza al desenfreno económico «como si fueras a morir mañana» que cantaría Leiva en uno de tantos festivales abarrotados a los que no puedes permitirte faltar.

Agosto es para aprender a bailar ‘Despechá’, no faltar una tarde a las terrazas de lucecitas y lucir moreno antes de que septiembre comience a pelarnos. ‘Un verano feliz’ titula la última portada de ‘Elle’ como esencia de una sociedad empeñada en la felicidad perpetua. Es intolerable no ser feliz en verano, casi tan cuestionable como no ser dichoso en Instagram, estar triste en Navidad o no enamorarse en primavera. El calendario no deja huecos para la tristeza pero si existe un consenso de época infeliz supongo que será septiembre. Más este septiembre donde se seguirá terminando todo lo que creímos inagotable. La lección de los ‘nuevos años 20’ es que ni la libertad, ni la electricidad, el agua, el gas, la paz, los cereales o la vida son recursos infinitos en nuestro paraíso europeo de progreso. España se entrega sin límites y sin corbatas al mejor verano turístico de su historia antes de un otoño de apagón, miseria y termostato. No se resignen que «el verano también es nuestro», dice Irene Montero en su campaña ‘fake’ que también esquivaba la realidad.
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