14/01/2016
 Actualizado a 16/09/2019
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No debió jugarse el partido del pasado domingo. El de León, el de Ponferrada y tantos otros. La Cultural no quería, pero lo dijo con la boca pequeña. No hizo pensar ni al rival ni al árbitro. Éstos tienen la orden superior de apurar al máximo en situaciones adversas. No les vale un campo con un tercio anegado de agua donde el balón se estanca y donde los jugadores chapotean. Razones organizativas de peso debe haber detrás de la manga ancha, tan corta para otros menesteres. Siendo mal pensados, a la Federación no le va mal el fango. Tomen nota: 13 tarjetas, una roja y un partido de sanción = 480 euros. Súmenle 1300 de gasto arbitral.Son los rigores de jugar en una piscina. Podrían destinarlo a reparar los desperfectos ocasionados en un terreno de juego que tardará en recuperar su esplendor. Nadie tuvo en cuenta la integridad de los propios jugadores y mucho menos al espectador que paga su entrada por asistir a un espectáculo deportivo, no a una farsa.Cierto es que el aficionado nunca cuenta, le importa un comino a los dirigentes del fútbol que solo miran por sus intereses, y que el aficionado pocas veces protesta. ¿Soportarían ir al cine y encontrarse parte de la pantalla rota?. Como mal menor pedirían la devolución del dinero, ¿verdad?. De tanto estirar el chicle un día se va a romper.

No saquen demasiadas conclusiones de la derrota de la Cultural. La moneda cayó cruz, pero pudo hacerlo de canto, o bailar en un charco, o rebozarse en el lodo…La dinámica de resultados no es la ideal; de hecho es mala, pero del estado real del equipo podremos hablar más adelante. Tal vez a la vuelta de los dos próximos encuentros. A la Cultural le toca volar ya sin el paraguas paterno. Es mayor de edad y debe ganarse el pan en la calle, fuera de casa. Barreiro y Burgos medirán su madurez y su recuperación ofensiva antes de que a determinados jugadores se les acaben las oportunidades.
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