21/06/2020
 Actualizado a 21/06/2020
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Después de los católicos Isabel y Fernando, aunque sean por la ‘gracia de Dios’ España no ha tenido suerte con los monarcas sucesivos, desde Juana, la loca, y su hijo el anticomunero Carlos primero hasta el emérito Juan Carlos idem.

Es sorprendente que los letrados del Congreso hayan rechazado investigar los millonarios tejemanejes encubiertos de Juan Carlos antes de su abdicación, arguyendo que su monopolio de inviolabilidad (Art. 56.3 de la Constitución) estaba vigente, pues como jefe del Estado disfrutaba de ese privilegio y ha de tenerlo mientras viva. A Juan Carlos I se le puede supervanagloriar como ‘salvador’ de la democracia tras el golpe de Estado del 23-F, pero no se le puede juzgar hoy por nada de lo que probablemente hizo mal cuando era jefe del Estado. Bonito. Demodo que en esto de la inviolabilidad, España es único país del mundo en tener dos reyes: uno en efectivo y otro, gracias a la fiscalía suiza, en diferido, pues, hay una suma suculenta de dinero depositada en el banco suizo Mirabaud, con sede en el paraíso fiscal de Las Bahamas, a nombre de una supuesta fundación cuyo único y verdadero dueño, es, según la fiscalía suiza, Juan Carlos. Hasta esa cuenta llegó una transferencia de cien millones de dólares, cortesía del rey de Arabia Saudí, siempre según la investigación de la fiscalía suiza. Cien millones de dólares de ‘donación’ cuyo motivo está aún por explicar. Pero que probablemente esa suma, adjudicada en el 2009, fue motivo de posible comisión relacionada con las obras del Ave a La Meca, un contrato de 6.300 millones de euros que se llevaron varias empresas españolas. Al vaciar esa cuenta, Juan Carlos transfirió 65 millones de euros a Corinna Larsen, su amante. Y otro millón más a otra antigua amante que también residía en Ginebra, según ha publicado la prensa suiza, citando fuentes de esa investigación penal. Llamada a declarar, la tal Corinna explicó que los 65 millones fueron «un regalo no solicitado del rey emérito», una forma de donación para ella y su hijo con los que se había encariñado por lo mucho que ella le cuidó durante unos años en que Juan Carlos estaba mal de salud. Sabido es que el rey metió la pata y se tronchó la cadera cazando elefantes africanos, pues su Majestad no puede conformarse con la menudencia de cazar liebres y perdices, sino a lo grande de osos en los Cárpatos y paquidermos con trompa en Botswana.

Pero, el jefe de Estado de un país democrático no debería recibir cien millones de dólares de una dictadura petrolera. El jefe de Estado de un país democrático no debiera esconder cien millones de dólares. El jefe de Estado de un país democrático no pude utilizar el cargo para enriquecerse. Si se confirman estos hechos, no hace falta un código ético muy estricto para entender la gravedad de esta investigación de la fiscalía suiza, que España no debería ignorar o mirar para otro lado.

Hay que decir también que este penúltimo rey, de una Casa de Borbón que ocupa el trono de España desde tiempos de Felipe V, yque largó: «la ley es igual para todos» y «lo siento, me he equivocado», ha venido cobrando de todos los españoles un sueldo de 194.232 euros brutos al año, gastos, viajes y casos aparte.

Con la inviolabilidad regia ya tenemos otro argumento más para las dos Españas. Los que hacen oídos sordos y vista gorda y dan como buena la continuidad con el apellido de inviolable a una monarquía impuesta por el Caudillo, y los que deseamos que haya otra opción fuera dela jefatura con corona. A ver si a la tercera va la vencida, coño.
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