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Un respeto, Señorías

17/01/2020
 Actualizado a 17/01/2020
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Sebas va a cumplir un siglo aunque murió hace décadas, de un tiro en la mirada. Tenía 17 años, un fusil y la mitad del pánico que existe. Frente a él, otro joven, otro fusil y la otra mitad del pánico, en unos ojos verdes. Ambos oían a sus compañeros «Si no le matas, te mata» y sus propios pensamientos «O nos matamos o nos matan». Apenas movió un dedo y aquellos ojos verdes se desplomaron ante él, tirando con tanta fuerza de los suyos, que quedaron trabados para siempre. Sebas regresó a casa vivo e ileso, con dos muertes en la mirada. Desde entonces vivió, como casi toda su generación, con la boca cerrada, sin motivos para abrirla porque el plato estaba vacío y el silencio salvaba vidas. Muchas décadas costó que la maldita guerra se fuera diluyendo y se durmiera, embalsada en el fondo de su memoria. Un silencio sagrado y voluntario de los que conocieron las balas que matan en el acto y las que lo hacen lentamente: las balas del hambre y el miedo. Los que levantaron un país arrasado, tras ser obligados a matar o morir, por odios ajenos.

En estos momentos, todos los Sebas de España merecen una disculpa de esos aspirantes a políticos que han reabierto las trincheras dentro del Parlamento, reviviendo fanatismos trasnochados, convirtiendo un acto ‘democrático’ en una batalla de palabras, que son tabú para Sebas, lanzadas como obuses cargados de rencor, de una bancada a otra. Vergüenza nacional y un espectáculo demencial el que han dado los que se llaman políticos, comportándose como matones de patio sin disciplina ni respeto al ciudadano, orientando a España hacia un camino que recuerda demasiado a épocas dignas de olvido. Gracias Joan Baldoví, maestro en todos los sentidos, por pronunciar la palabra educación entre infantiles risotadas. Tu palabra fue una bocanada de aire limpio para muchos.

Coincidiendo en la fecha, hago mía la frase de la Sra. Cayetana: «No te perdonaré jamás, Carmena». Señorías, no les perdonaré jamás que hayan hecho llorar a Sebas. Que hayan despertado el miedo que dormía en su frágil mente, que ahora vuelva a asustarse cuando llaman a la puerta y mire de reojo la tapia del huerto, porque los paredones le aterran de nuevo. No les perdono haber roto la calma de un anciano que lleva décadas con una bala en la mirada y ahora le atormenta que los ojos verdes de su nieto, puedan llegar a conocer la mitad del pánico. No estaría de más que la próxima vez que suframos su presencia en el Parlamento, se disculpen con todos los Sebas de España.
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