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¿Un pueblo anestesiado?

30/11/2021
 Actualizado a 30/11/2021
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A la hora de elegir una opción política uno puede escoger entre una amplia gama de ofertas, desde la más extrema izquierda a la más extrema derecha. Las diferencias entre unos y otros a veces son considerables, tanto mayores cuanto más se sitúen en los extremos. Pero también pueden tener muchos puntos en común, especialmente el afán de poder y la búsqueda del propio interés más que el bien de los ciudadanos. No obstante, hay de todo. También hay gente noble y sensata.

La división entre izquierda y derecha es muy artificial y en el fondo no supone nada especial. Ya nadie cree que la izquierda sea necesariamente sinónimo de pensar en el bien común y en la justicia ni que la derecha sea el enemigo de los pobres y de los obreros. En principio tanto el centro derecha como el centro izquierda deberían saber ponerse de acuerdo en lo fundamental a la hora de gobernar. No obstante puede darse una situación de peligrosa ambigüedad a la hora de buscar el equilibrio. Por ejemplo, si unos están a favor de la vida y otros no, la solución no está en que los defensores de la vida humana en todas sus etapas renuncien a ello.

Lo más preocupante es que los votantes de las distintas opciones no siempre eligen con la cabeza y la razón, sino simplemente desde las emociones e incluso desde la bilis. Se parecen a los hinchas de un equipo de fútbol, que se guían más por los sentimientos que por los resultados.

No obstante la situación actual en España, dirigida desde un variopinto conglomerado de izquierdas, poco o nada tiene que ver con lo que han sido gobiernos de izquierda como los de Felipe González. De hecho importantes socialistas de esa etapa sienten indignación ante lo que ahora tenemos. No sucede lo mismo con los electores de ideas fijas.

No vamos ahora a hablar de la derecha, francamente mejorable, que merece un capítulo aparte. Lo cierto es que lo que está ocurriendo ahora en España es gravísimo. Peo lo más graves es que parece que la gente no se entera, como si estuviera anestesiada o narcotizada, drogada. Y no es cuestión de ser de derechas o de izquierdas, sino de tener un mínimo de dignidad y honradez, de sentido común, de sensatez…

No se trata de ver las cosas de manera catastrofista, sino realista. Por eso las personas sensatas e inteligentes de la izquierda están también asustadas. Es como si, viajando en un avión, nos enteráramos de que lo está pilotando un loco o un inexperto, que no sabe a dónde nos lleva ni cómo, sino que su gran ilusión es pilotar la nave.
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