18/01/2016
 Actualizado a 19/09/2019
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Allá en los tiempos duros, (comenzaban los sesenta) cuando toda discrepancia era delito, y a los veinteañeros pobres de León se les planteaba el dilema de si emigrar a Bilbao o a Alemania, o ir a estudiar a Madrid, había un grupo de ellos que se reunían a matar el rato en el Monterrey, de donde salió la revista de poesía Claraboya, y de ellos uno, Enrique Vázquez, brillante y extrovertido, que tan solo sabía un chiste: Muere la madre del soldado de reemplazo, Peláez, y entre los oficiales ninguno con agallas para comunicárselo al susodicho, hasta que un sargento, que goza fama de bruto, se postula. Ordena formar y ponerse firmes, y grita: «Todo aquel que tenga madre, a la voz de AR, que de un paso al frente. Tú, quieto, Peláez».

Y es que dar un paso al frente siempre ha sido más complejo que dar un paso al lado, o que dar un paso atrás. Más de una vez lo hemos podido sufrir, cuando, después de defender una causa justa, o simplemente de vetar a un premio literario a tal o cual turiferario de medio pelo en detrimento de alguien mucho mejor, se encuentra solo de toda soledad.

Item más, y a sensu contrario, cuando defiende la valía de un escritor contemporáneo al que de pronto le llueven los reconocimientos, y se le acusa de haberse puesto al servicio del poder; y uno defiende que ya está bien, que la cuestión es si era merecedor o no, y no quién está detrás de la concesión, pues bien pudiera tratarse de la reparación de una injusticia.

Un paso al frente lo suele dar el sujeto cuando se encuentra más allá de toda ambición y, clarividente y lúcido, dispuesto a recibir el luminoso abrazo de la desesperación.

Así lo acaba de hacer la escritora asturiana, Ángeles Caso, tan apegada a la Vecilla, y tan amiga de la gente de allí, cuando ha hecho público un manifiesto vital, digno de figurar en elenco de los textos sagrados de la tribu, a mi parecer.

«Empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida» nos asegura, para añadir: «Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad». «Rechazo el cinismo de una sociedad que solo piensa en su propio bienestar». «Ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos».

Cuanto daríamos por serlo, Ángeles, amor.
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