Un paseo por las minas de oro de Castropodame

Las minas de oro de Castropodame, quizás por su cercanía, han pasado muy desapercibidas a los ojos del caminante hambriento de conocer. Sin embargo, encierra estructuras mineras muy interesantes que no tienen parangón en otros asentamientos mineros. El pueblo de Castropodame y su mina forman un binomio inseparable en el tiempo.

Francisco A. Ferrero
04/08/2019
 Actualizado a 19/09/2019
Ubicación de la ruta de senderismo 'Un paseo por las minas de Castropodame', en Google Earth.
Ubicación de la ruta de senderismo 'Un paseo por las minas de Castropodame', en Google Earth.
La mina de oro de Castropodame pertenece al complejo minero que hemos denominado de ‘El Redondal’, y se extiende por la línea imaginaria que une los pueblos de Castropodame, Turienzo Castañero, San Pedro Castañero, San Andrés de las Puentes, San Facundo, Montealegre y Manzanal del Puerto. Todos ellos tienen en común explotaciones mineras de época romana, asociadas a los diques de cuarzo que acompañan a los afloramientos de cuarcita armoricana en contacto con terrenos del carbonífero.

De todo el complejo minero mencionado, el mayor desarrollo minero se corresponde con el municipio de Castropodame, que ocupa un conjunto de cuatro vallinas, conocidas, como ‘Los Valles’, y el valle, situado más arriba de los anteriores, conocido como ‘La Encinal’, denominado así por la abundancia de este árbol de arraigo en clima mediterráneo.

Durante el trayecto recorreremos uno de los valles por senderos practicados entre las cárcavas, que nos conducirán a una antigua galería minera en roca, que los más atrevidos podrán visitar descendiendo por una pequeña rampa. Más adelante, nos adentraremos en una galería horizontal que, practicada sobre una pizarra de color asalmonado, atraviesa un domo residual que quedó durante el proceso de explotación minera entre dos zanjones excavados por la fuerza erosiva del agua.

El pasillo, de unos 15 metros de longitud, lo hemos interpretado como una galería habitacional minera, que dispone de cinco habitaciones equidistantes labradas sobre el flanco izquierdo, más una habitación adicional, excavada sobre la última en forma de litera y que quedó inacabada. Todas ellas disponen de un asiento o repisa en el fondo para sentarse o apoyar los útiles mineros. En el fondo de la galería existe un pequeño hueco en rampa y abierto a la atmósfera, que probablemente cumplía funciones de ventilación. La galería habitacional minera está descrita con mayor grado de detalle en la revista nº 38 del Instituto de Estudios Bercianos, e incluye un croquis acotado de la misma.

La infraestructura minera descrita constituye la singularidad más interesante de este recorrido por el paraje de ‘Los Valles’, teniendo esta galería unas características únicas frente al resto de explotaciones mineras conocidas, tanto en Castropodame como en otros distritos mineros. A continuación, descenderemos de nuevo en dirección al cementerio hasta coger la carretera asfaltada, abierta para el ascenso a las canteras de cuarcita y parques eólicos ubicados en la cabecera del arroyo de Vendañuelo.

Una vez la carretera mencionada intercepta el Valle de La Encinal, ascenderemos por el fondo del mismo, acompañados por el arroyo de La Veiga hasta la cabecera del mismo. Desde los bordes afilados de las cárcavas y zanjones podremos observar la embocadura de dos galería mineras más conocidas con ‘El Moro’ y ‘El Corralón’, así como el paisaje derivado de la acción erosiva del agua sobre el terreno, procedente de los depósitos de almacenamiento de agua situados más arriba.

Durante el trayecto de descenso por La Encinal nos topamos con una pequeña balsa de agua moderna que, represando el arroyo de La Veiga, se utiliza para el regadío de las huertas de Castropodame durante el riguroso estío.

Sobre esta balsa de almacenamiento se puede realizar una actividad de bateo lavando los sedimentos rojos recogidos de las laderas circundantes, potencialmente auríferos. Las pajuelas de oro que podamos localizar serán de aspecto distinto de las procedentes de los placeres de origen fluvial, al no encontrarse erosionadas ni aplastadas, sino de aspecto dendrítico y anguloso, procedentes del seno de la roca madre cercana que constituye el yacimiento primario.

El aspecto o facies de la tierra coluvionar de Castropodame no procede de terrazas aluvionares terciarias, como la de Las Médulas, tal y como sostienen algunos autores, sino que ha sido transportada, a favor de la pendiente, desde las laderas circundantes y, por tanto, tiene la misma edad que las rocas del zócalo que la acompañan. No obstante, resulta curiosa –y acertada-, la manifestación de un vecino de Castropodame al afirmar que tanto las labores mineras de Las Médulas como de Castropodame «fueron explotadas por la misma empresa», al haber evidencias de la presencia romana en ambas.

Con posterioridad a la actividad voluntaria de bateo, ascenderemos por el camino de la cantera en dirección al paraje de El Campo de los Cousos (o de Los Lobos), donde se sitúa el depósito de almacenamiento de agua más importante de la explotación. Durante el ascenso, se podrán visitar unos de los talleres de trabajo al aire libre. Situados en lugares planos, sobre los bordes de la explotación, se utilizaban para triturar el cuarzo potencialmente aurífero a una granulometría similar a la de la harina. Para ello, se utilizaban dos tipos de molinos: uno de impacto, cuya función era reducir el tamaño del cuarzo a unos pocos milímetros (similar al de un grano de arroz, por ejemplo), y otro rotativo, destinado a reducir el material desde el tamaño anterior a un polvo blanco similar a la de la harina.

Tanto unos molinos como otros se pueden localizar todavía hoy en día en los talleres de trabajo; los primeros están constituidos por piezas paralelepípedas de cuarcita, con ‘abolladuras’ en el centro cada una de sus seis caras (en ocasiones, no en todas); los segundos, son molinos circulares de granito (de unos 80 cm de diámetro) procedentes del cercano batolito de Montearenas, de la facies del cañón del Boeza. En ocasiones también están labrados sobre arenisca silícea, procedente de las salbandas, o rocas de caja, que abrazan las capas de carbón.

Ambos se transportaban a mano de un taller a otro, donde hubiera la necesidad de triturar cuarzo aurífero procedente tanto de los desmontes coluvionares, abatidos por el agua, de las laderas rojas auríferas, como del interior de las galerías mineras. Una vez abandonado el taller, retornaremos de nuevo a la carretera asfaltada con destino al punto más alto de la explotación, donde se ubica la traza del antiguo depósito de almacenamiento de agua de Los Cousos.

Este depósito, situado a cota 975 m snm, tiene una capacidad de unos 3.000 m3 (en base a los estudios del geólogo Rogelio Meléndez Tercero) y se abastecía de uno de los canales procedentes del río Vendañuelo, que drena el cercano Valle del Infierno. Se utilizó para excavar, con el uso de la fuerza erosiva del agua, los desmontes del Valle de la Encinal hasta su estado actual.

De este depósito partía otro canal que, recorriendo perimetralmente la explotación en dirección NE-SO (la misma que el frente de cuarcita atravesado con grandes filones de cuarzo), se repartía en otros subdepósitos intermedios hasta finalizar en el depósito opuesto de Los Capellosines que, ubicado a en la cota 965 m snm y con una capacidad aproximada de 2.000 m3, se utilizó para desmontar las últimas vallinas del paraje de Los Valles.

Desde el depósito de Los Cousos se sobrevuela el conjunto de la explotación principal del Valle de La Encinal, y se adivinan las direcciones de los cursos de agua que, en su trayectoria descendente y a favor de la fuerte pendiente, produjeron la laberíntica red de cárcavas y barrancos que contemplamos en la actualidad.

Durante el camino podemos abastecernos de la fuente del Escaleiro, que desciende bajo las numerosas lleras (gleras, canchales o pedrizas) que ocupan todas las laderas de la mole de El Redondal y que, desgraciadamente, se han utilizado como canteras de piedra ocasionales, lo que puede poner en peligro muchos manantiales y robledales que constituyen su razón de existir. Recorreremos el camino carretero que nos conduce en dirección norte, hasta un cruce de dos caminos en el que, el más bajo, nos lleva hasta el Teso del Capelloso.

En este punto descenderemos, a nuestra izquierda, por una pista forestal que recorre perimetralmente la explotación del área de Los Valles, lo que nos permitirá observar, a vista de pájaro, el conjunto de vallinas subparalelas que da nombre a este paraje, así como interceptar alguno de los cabuercos producidos por el agua en su descenso desde el depósito de Los Capellosines, que no visitaremos en esta ocasión, aunque es muy similar al anterior.

El camino de bajada nos conduce de nuevo a las inmediaciones de Castropodame. Posteriormente al itinerario propuesto se recomienda hacer un recorrido por el bien cuidado y elongado pueblo de Castropodame, recorriendo sus calles despacio, fijándose en la construcción de los muros de sus casas, que utilizan principalmente cuarcitas procedentes de los derrubios de las explotación, en ocasiones también piezas de granito en forma de sector circular procedentes de los molinos rotativos utilizados hace más de dos mil años por las manos de los trabajadores mineros.

Los muros de cerramiento de alguna de las fincas pueden contener morteros de impacto de forma cúbica o paralelepípeda, procedentes, sin duda, de los talleres de trabajo de la antigua explotación minera.

En la zona norte de pueblo, en el margen de la carretera que une esta localidad con Matachana, podemos ver un curioso doble reloj-calendario solar sobre un parque solar único, diseñado por el estudioso y amante de las Ciencias de La Tierra Rogelio Meléndez Tercero. El parque dispone de un excelente merendero con mesas habilitadas para este fin, donde podremos realizar un merecido descanso y comer algo antes de regresar al punto inicio de la ruta.
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