Un nuevo maestro nos ha dejado

José Antonio Llamas Martínez
25/05/2019
 Actualizado a 12/09/2019
Hay maestros que dejan huella. Entre ellos, cobra especial memoria D. Bernardino M. Hernando. Cuando conocí por un amigo su muerte, algo tembló en mi mente como para dedicarle unas palabras de agradecimiento por su densa aportación cultural y la ejemplar forma de ser que nos legó, tanto en el ámbito de la cultura como en el ‘saber hacer’.

D. Bernardino estudió en la Universidad Pontificia de Comillas, donde se licenció en Teología.

Muy pronto se incorporó a la Diócesis de León, desempeñando al principio labores de Pastoral en parroquias como Cistierna, donde dejó huellas imborrables entre la juventud del pueblo, e iniciando allí mismo sus primeros pasos en el arte de escribircon la publicación de alguno de sus primeros libros como ‘De hombre a hombre’.

Conociendo su carácter abierto y dotado de grandes habilidades literarias y culturales en general, pronto se traslada a la ciudad de León, iniciando allí contactos con las élites y mediosculturales, entre otros con los periodistas, poetas y escritores en general que ya habían participado en laclásica revista ‘Espadaña’, dirigida por D. Antonio G. de Lama.

Tanto como persona, de la que recibí formas de conducta abiertas y dialogantes, que contribuyeron a enriquecer mi incipiente personalidad, así como en el ámbito cultural y académico significó para mí un modelo a seguir, sobre todo a la hora de asimilar los conocimientos literarios, siempre a partir de las lecturas e introducciones de los autores clásicos de nuestra Literatura. Sirva como ejemplo la satisfacción de la lectura del Quijote, con no más de quince años, robando horas al sueño, después de recibir una breve introducción de dicha obra por parte de D. Bernardino. Pero su grandeza no sólo se manifestaba en su altura y preparación intelectual que le permitía afrontar con holgura nuestra educación académica, sino que poseía un don especial para la transmisión de todo tipo de conocimientos, sobre todo literarios, que convertían sus clases en acontecimientos enormemente atractivos.

D. Bernardino, además de ser un maestro en el enfoque de su materia, fue también un adelantado en el tratamiento disciplinar, pues relativizó en parte, muy novedoso para la época, algunos principios disciplinares teñidos de un rigorismo exagerado, utilizando maneras alejadas del rigor y más próximas a un cierto sentido del humor del que hizo bandera,consiguiendo así un cambio notable en nuestro comportamiento.

Tendría muchas anécdotas que contar como reflejo del talante que demostró siempre en el trato con los alumnos. No puedo olvidar una anécdota que quedó muy fijada en mi memoria en la queD. Bernardino demostrógranaltura de miras en la lectura e interpretación de un castigo que otro profesor había impuesto a un alumno. El caso fue el siguiente: Normalmente los viernes después de las clases teníamos los alumnos media hora de aseo personal. No obstante algún viernes, si sonaba la campana, deberíamos asistir a la capilla del Seminario para ensayar alguna canción religiosa. Un viernes de estos, al no sonar la campana, interpretábamos que deberíamos subir al dormitorio para el aseo. Y así fue, pero a los diez minutos tocó la campana y un alumno, que ya se afeitaba, quiso terminar el afeitado y en esto pasó por el dormitorio un profesor y castigó al alumno a estar de rodillas con los brazos en cruz por la tarde en la hora de estudio. Pues bien, por la tarde dicho alumno a la hora del estudio tomó su libro y se puso de rodillas con los brazos en cruz. Curiosamente esa tarde estaba D. Bernardino controlando el estudio. Cuando vio al alumno poniéndose de rodillas con su libro, le preguntó: ¿Pero qué haces? Me castigó D.porque no había bajado a la capilla al tocar la campana. La contestación de D. Bernardino fue la siguiente: «Esto es humillante. Mientras yo esté aquí de responsable, te colocas, por lo menos, de pie».

Esta es una de las muchas decisiones tomadas por un maestro elegante y que no comulgabacon una disciplina tan radical y humillante.

Pero no acaba ahí el ‘curriculum’ de D. Bernardino. Pues conocedor, como buen humanista y literato, de aquella sentencia ciceroniana: «Ad maiora quaedam et magnificentiora nati sumus», pronto se traslada a Madrid, donde su círculo literario se amplia, en primer lugar en la facultad de Periodismo en la que, dada su preparación, cultura y curriculum en dichos saberes , pasa a formar parte de los Departamentos de dicha facultad.

Me consta, por comentarios de alumnos y profesores de dicha facultad el excelente trabajo, no sólo como docente, sino, sobre todo por la publicación de excelentes estudios literarios, entre los cuales cito una de sus magnas obrassobre la Historia del Periodismo y que él tituló: ‘La Corona de Laurel, Periodistas de la Real Academia Española’, que guardo como oro en paño por la densidad de sus aportaciones al noble género periodístico y por ser un regalo y proceder de una de las plumas que yo siempre admiré.

D. Bernardino siempre fue ‘in crescendo’, no sólo en su amplia aportación literaria, sino por su crecimiento en el cuerpo de la Facultad de Periodismo como catedrático de la misma, realizando, y ejerciendo como periodista en múltiples diarios como: Informaciones, El País, y en revistas como: ‘Blanco y Negro’, “Razón y Fe”. Fue también fundador de la revista: ‘Sociedad/Familia’. Etc.

En síntesis quiero destacar que fue un verdadero mago de la palabra y de la Literatura, pero además no puedo olvidar su talante y personalidad que han dejado un rastro inolvidable.
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