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Un novio por mensajería

03/09/2022
 Actualizado a 03/09/2022
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La semana pasada, el lunes concretamente, una alumna de 15 años llegaba a clase contentísima, castañuelas es poco para esa alegría, porque había conseguido un novio en Instagram. Dicho así, parecería que el chico viviese en una isla exótica, allá por el Pacífico o el Índico como muy cerca, pero no, se refería, por supuesto, a la aplicación. El caso es que él era muy guapo, muy simpático, y tenía solo un año más que ella.

Otro adulto lo hubiera dado por sentado, pero como escucho habitualmente a muchos adolescentes (soy una profe diván), pues se me ocurrió preguntarle: «¿Y lo conoces en persona?» A lo que ella respondió: «No, solo por Insta. Llevamos un mes saliendo». Y yo pensé: «¿Saliendo? ¿Adónde?» Después me confesó que el sábado se encontrarían por primera vez en la vida real en una pizzería a las afueras. Yo no pude evitar reflexionar acerca de cuánto ha cambiado esto de las relaciones. Antes, si esperábamos conocer a alguien procurábamos que esa explosión de mariposas sucediese en la discoteca, en un bar, en el cine, por la calle, en los pasillos del instituto, pero ahora ese tipo de amores me dice P. que suelen corresponderse más con la zona ‘friendly’, que el amor, lo que se dice amor, está en Instagram.

El caso es que el jueves regresó a clase un poco triste. Por lo visto Y. (el chico), le había puesto los cuernos. Claro, yo le pregunté entonces que si estaba segura de que existía y era él, por absurdo que parezca le pregunté eso. Ella respondió que sí, que vivía en un pueblo y que era él porque dos amigos suyos le habían investigado y que los cuernos eran con una chica de allí, en carne y hueso, cuernos in situ, no virtuales. Yo creía que con ese notición renunciaría a la relación, pero ella dijo que esos cuernos, así sin haberse conocido en la pizzería todavía, que no eran cuernos ni eran ‘na’, que a partir del sábado todo cambiaría.

Díganme, amor de lejos, ¿no sigue siendo de pendejos?
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