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Un mundo convulso

02/03/2022
 Actualizado a 02/03/2022
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A estas alturas «creo que ha estallado la guerra». No lo digo yo. Lo vino a decir Antonio Guterres, secretario general de la ONU, que debía de estar en la inopia cuando se enteró.

Paralelamente, despertó la opinión pública de su letargo. Las televisiones retransmitían documentos que parecían sacados de una película. Se habla de muchos muertos, pero las imágenes son de adolecentes, estudiantes o deportistas confinados al estallar el conflicto. Como cuando se desató la pandemia del Covid.

Esta es la guerra. La más mediática. Pero no la única, porque actualmente hay en el Planeta muchas otras, menos tecnológicas, pero más crueles y sangrientas, a las que nadie presta atención.

En el Cuerno de Africa, dede hace décadas, se libra la guerra de Eritrea, contra Etiopía. No lejos de allí, en Yemen, el norte contra el sur, con la intervencion de Arabia Saudí, Francia, Inglaterra y EEUU. La población ya no muere tanto por las balas, como por el hambre. En Sudán, también se enfrentan el norte –islamista– contra el sur –donde habitan los primeros cristianos, los coptos–. Todavía relumbran en Nepal los kukris de los gurkas que sembraron el terror en Las Malvinas. No lo son menos los conflictos en Gaza, El Sahara Oriental, Siria, Mozambique y Afganistán.

Guerras son también las dictaduras donde se persigue, encierra y mata a la población por el único delito de ejercer sus propias ideas. Los verdaderos especialistas, China, Irán, Corea... Nicaragua, Venezuela, Honduras y gran parte de la América Hispana con el apoyo de los narcotraficantes y determinados personajes filocomunistas que las dignifican. Lo cual nos lleva al ‘Grupo de Puebla’ del que forman parte El expresidente Zapatero, Adriana Lastra, Irene Montero, Pisarello –el otro fichaje argentino– y todos los comunistoides del gobierno de Pedro Sánchez.

Tampoco se creían lo de la invasión de Ucrania por los rusos y andan algo desorientados. Se supone que son comunistas: Cuba –de la que hace poco defendieron el régimen castrista– fue sostenida por la URSS y, criticar a Rusia, les parte el corazón. Ante la devastación de Ucrania no saben qué hacer. Unos piden que los soldados invasores se replieguen a sus cuarteles. Otros atacan a la Otan, pero desean que ésta intervenga sin hacer daño a los rusos. Tampoco se libra la Unión Europea y el titubeante Borrel –peligro– que decía que los rusos no intenvendrían, y hoy dice que va a proveer de armamento a Ucrania. Nunca sabremos hasta qué punto es peligrosa la estupidez.

¿Qué pasaría si Putin decidiera llevar la guerra a Suecia o Finlandia? El camino es sobradamente conocido, pues hay que recordar que Finlandia ya fue ocupada por los rusos en la II Guerra Mundial y además, comparten con Ucrania la intención de formar parte de la Otan. Sea como fuere, la Unión Europea lo vería con estupor y por sus disensiones y burocracia darían un paso hacia su disolución.

Una vez saciadas las ansias de Putin vendrán años duros, de escasez, represión y hambre y, a esta guerra, le sucederán las intenciones de China para acabar con Taiwan. Una isla próspera, que vive en una paz precaria su democracia y cuya existencia peligra seriamente. Hace poco lo hicieron en Hong Kong, discretamente –nadie dijo nada– y volverán a hacerlo en Formosa. Los mismos manifestantes con distintas banderas.

2001. Desde que el mono de Kubrick cogió el palo, la historia nos ha enseñado que vivimos en un mundo convulso.
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