Un montaje de 'Billy Budd' llega este jueves a los Van Gogh

Deborah Warner alzó un International Opera Award por esta creación de Britten para el Teatro Real

Javier Heras
05/03/2020
 Actualizado a 05/03/2020
Imagen del espectacular montaje de 'Billy Budd', de Britten, en el Teatro Real que este jueves se exhibe en Cines Van Gogh. | L.N.C.
Imagen del espectacular montaje de 'Billy Budd', de Britten, en el Teatro Real que este jueves se exhibe en Cines Van Gogh. | L.N.C.
Uno de los acontecimientos del Bicentenario del Teatro Real fue el estreno de 'Billy Budd', título nunca visto en nuestro país. En su brillante producción, Deborah Warner (1959) no recreó un barco, sino "el sentimiento de un barco": una atmósfera abstracta, claustrofóbica, "una cárcel flotante a punto de estallar", como explicó en rueda de prensa. La directora inglesa ya había representado de Benjamin Britten 'Otra vuelta de tuerca', 'La violación de Lucrecia' y 'Muerte en Venecia'. Para los decorados –un sistema de plataformas que subraya el clima de inestabilidad– contó con el canadiense Michael Levine, elogiado por sus 'Diálogos de Carmelitas', de Poulenc. Con 30 figurantes, 60 hombres en el coro y una orquesta comandada con nervio por Ivor Bolton, este austero pero espectacular montaje mereció un International Opera Award en 2018, algo nunca logrado por una compañía española. A Cines Van Gogh llega este jueves a partir de las 20:00 horas en una grabación en directo desde Madrid.

La séptima de las quince óperas de Benjamin Britten (1913-1976) vio la luz en 1951 en Covent Garden, en Londres, con el propio compositor en el foso. Trata de la ejecución en 1797 de un marinero en un barco del Imperio británico, el Indomitable. En plena guerra contra Francia, los ecos de la Revolución prenden la mecha entre los tripulantes. Los oficiales temen constantemente un motín. En ese ambiente de tensión, el sádico Claggart se empeña en destruir a un joven puro, Billy, que al final se rebela contra él. La máxima autoridad –el capitán Vere– intervendrá y, a su pesar, acabará condenando a la horca al inocente, en un símil bíblico con el sacrificio de Isaac.

'Billy Budd' se basa en un relato homónimo que Hermann Melville ('Moby Dick') dejó inconcluso antes de morir en 1891. Contenía todo lo que fascinaba a Britten: el mar, el peligro de ser diferente (y el recelo de la comunidad), los dilemas morales entre la ley y el corazón… y la atracción homosexual. El odio de Claggart hacia Budd nace de un deseo reprimido: admira su belleza perfecta, querría poseerlo, pero no puede. No hay que olvidar que en Reino Unido ser gay se consideró delito hasta 1968. El autor de ‘Gloriana’, que convivió durante casi medio siglo con su pareja, el tenor Peter Pears, y fue espiado por Scotland Yard o el FBI, reiteró aquí sus ideales de libertad y pacifismo, sumados a una crítica de la vida militar y la pena de muerte.

Para el libreto, el músico (que en su carrera colaboró con plumas de primer nivel y adaptó a Shakespeare, Maupassant o Thomas Mann) confió en E. M. Forster, el novelista de 'Pasaje a la India' o 'Una habitación con vistas'. Con la ayuda del dramaturgo y director Eric Crozier, elaboraron un texto profundo, fino en el retrato de los personajes, a la vez poético y lleno de fuerza.

Solo protagonizada por hombres (cinco tenores, nueve barítonos, tres bajos), la partitura sobresale por sus virtuosos coros, sus reconocibles leitmotive y por su orquesta, de altura sinfónica. El autor de Peter Grimes, siempre ligado a los paisajes de su pueblo, en la costa oriental, reflejó el salitre y la tempestad en una instrumentación prodigiosa, llena de efectos. A veces parece que no llegue la luz del sol a la cubierta del Indomitable.

Librepensador pero patriota, Britten devolvió a la lírica británica una gloria desaparecida durante tres siglos, desde el Barroco y Purcell. El idioma inglés recuperó la vitalidad y la prosodia gracias a su intuición innata para ajustar los versos a la voz humana y el ritmo de conversación. Su estilo, moderno y audaz pero continuista con la tradición occidental, resultó asimilable para el gran público. De hecho, es el único autor posterior a la II Guerra Mundial que logró consolidarse en el repertorio. Si todavía resulta fresco, "familiar y extraño" (Alex Ross dixit), se debe al equilibro entre lo clásico y lo innovador. Por un lado, abundan las melodías reconocibles, como el dulce canto del protagonista, que lo distingue de su ambiente hostil. Por otro, es capaz de romper la tonalidad cuando el drama lo exige. En la obertura yuxtapone Si menor y Si bemol mayor para expresar la incertidumbre de Vere.
Archivado en
Lo más leído